BREZ - Javni sklad republike Slovenije za kulturne dejavnosti

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literatura
Carlos Pascual
JANA Y SINCLAIR
(Fragmento de novela)
El 4 de octubre de 1973, el Black Victoria – un viejo carguero alemán botado
en Hamburgo a principios del siglo pasado, con matrícula panameña
y tripulación griega y albanesa – fue el último navío en fondear en el puerto
de Veracruz minutos antes de que una tardía tormenta tropical azotara la
costa.
Enterados de que el descenso tendría que esperar hasta la mañana siguiente,
Jana y Sinclair aprovecharon la noche adicional en el Black Victoria
para despedirse del capitán Petersen con una conversación auspiciada
por dos botellas de ginebra. Jackob Petersen y el padre de Jana se habían
conocido hasta los huesos en los azares de la marina mercante a lo largo
de veintisiete años. Por eso, meses después de que Josip Mitic murió envenenado
por una mujer cantonesa en un hotelucho de Macau, mientras
esperaba embarcarse con destino incierto, Jakob Petersen visitó en Belgrado
a la pequeña Jana y a su madre para entregarles una suma de dinero
que, según les dijo entonces, era producto de diversos negocios que entre
continentes los dos hombres habían fraguado durante los últimos cuatro
años, con el fin de comprar un bote.
A Jana no le incomodó en lo absoluto que a medio año de la muerte de
su padre, Jakob Petersen se metiera entre los pliegues de Marina Mitic, su
madre montenegrina. Después de todo, Josip y Jakob habían compartido
viajes, silencios, camarotes, aventuras, enfermedades, desgracias y hasta el
lecho como macho y hembra, según confesaron ahogados de risa una noche
en una mesa poblada de vinos portugueses. Lo que de verdad la volvía
loca era la imposibilidad de haber encontrado un sitio para vivir entre los
cuerpos de esos dos hombres mientras navegaban alrededor del mundo.
Muchas veces se soñaba desnuda y bañada en sudor, mecida por el mar en
un camarote oscuro entre las pausadas respiraciones de Josip Mitic y Jakob
Petersen. El vacío que la invadía al despertarse después de estos viajes
oníricos la habría de acompañar toda su vida.