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Sociología y política

AntologiaGarciaLinera

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movilizada a enfrentarse al poder como simple sujeto de resistencia,<br />

de conminación, de reclamo, y no como sujeto de decisión y<br />

soberanía ejercida. La imagen que de sí misma habrá de producir<br />

la condición obrera es la del querellante, no la del soberano. 19<br />

Hay una inclinación irreductible de este proletariado, y en<br />

general del proletariado moderno, a buscar sus derechos por mediación<br />

del Estado, lo que significa un reconocimiento implícito<br />

del Estado como representante general de la sociedad, como lugar<br />

de la constitución de un sentido de comunidad y adquisición de<br />

reconocimiento. 20 Pero, y esto es una singularidad de la formación<br />

de la condición obrera y popular en Bolivia, se trata además<br />

de una pertenencia dependiente, de una integración subordinada<br />

al Estado. La actitud peticionaria en el ámbito obrero explicita<br />

el carácter imprescindible de la aquiescencia de los gobernantes<br />

para ejercer un derecho, porque parecería ser que sin ese consentimiento,<br />

ese derecho careciera de legitimidad y validez. Parecería<br />

que el mundo se estructurara en el imaginario de clase, de tal manera<br />

que la propia identidad actuante sólo pudiera consagrarse<br />

públicamente mediante el reconocimiento positivo (conquista de<br />

derechos) o negativo (la represión y la masacre) por parte de los<br />

gobernantes. Sin duda se trata de un auténtico habitus de clase,<br />

que a lo largo de la historia reconstituirá el núcleo conservador<br />

y dominado de la condición obrera. Es quizá en esta anhelante<br />

búsqueda de la mirada de los dominantes para poder certificar<br />

la presencia de los dominados, donde habría que ir a buscar la<br />

inclinación a un hábito mendigo de las clases populares o la predisposición<br />

a observar el cumplimiento de sus derechos como dádivas<br />

y favores personales otorgados por el personal gubernativo.<br />

En la marcha, la memoria de estas sumisiones, corporeizadas<br />

como sentido común, guía los gestos mineros que se despliegan en<br />

el pavimento. En términos estrictos, la marcha, que con el pasar<br />

de los días llegará a cobijar a más de diez mil mineros, será la más<br />

grande escenificación de esta sujeción de la clase a la legitimidad<br />

19<br />

Georges Bataille, Lo que entiendo por soberanía, Barcelona, Paidós, 1996.<br />

20<br />

Axel Honneth, La lucha por el reconocimiento, Barcelona, Crítica, 1997.<br />

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