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Sociología y política

AntologiaGarciaLinera

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embargo, y pese a ello, el Estado es monolingüe y monocultural<br />

en términos de la identidad cultural boliviana castellanohablante.<br />

Esto supone que sólo a través del idioma español la gente obtiene<br />

prerrogativas y posibilidades de ascenso en las diferentes estructuras<br />

de poder, tanto económico, político, judicial, militar, como<br />

cultural del país. Pese a una presencia mayoritaria de procedencias<br />

culturales indígenas rural-urbanas, la “blanquitud” somática<br />

y cultural es un bien perseguido por todos los estratos sociales, en<br />

la medida en que ella simboliza el ascenso social, y se constituye<br />

en un plus simbólico, que contribuye a ubicarse en una mejor posición<br />

en los procesos de enclasamiento y desclasamiento social.<br />

Lo paradójico de todo esto es que esta construcción compulsiva<br />

de identidades étnicas delegadas o atribuidas (lo indígena)<br />

que los aimaras reclamen caminos, telefonía y tecnología moderna no significa<br />

que lo hacen renunciando a su idioma, a su tradición, y que jubilosos exijan la<br />

pronta castellanización y mestización cultural.<br />

A diferencia de lo que cree Lazarte, la identidad cultural indígena no está asociada<br />

con el regreso al arado de takit´aclla, como si la identidad estuviera asociada<br />

con un específico nivel tecnológico de la sociedad y a una sola actividad<br />

(el trabajo agrícola). Los aimaras, por ejemplo, han mostrado que es posible ser<br />

culturalmente aimaras en el momento del cultivo en suka kollos precoloniales,<br />

como también en tiempos de la mita colonial, de la hacienda republicana y de<br />

la fábrica moderna. La confusión entre identidad étnica y régimen socioeconómico<br />

lleva a una lectura petrificada, y por tanto inservible para dar cuenta de<br />

los complicados procesos de construcción de las identidades étnicas modernas.<br />

Como en otras partes del mundo, no hay incompatibilidad entre una demanda<br />

identitaria indígena, por ejemplo, y la modernidad industriosa o técnica; de<br />

hecho, en ello se pone a prueba la propia vitalidad y capacidad regenerativa de<br />

las identidades culturales. El que los aimaras exijan tractores, pero mediante<br />

discursos en su propio idioma y como parte de un proyecto indígena de autonomía<br />

<strong>política</strong>, lejos de debilitar el proceso de construcción identitaria, lo que<br />

hace es insertarla en la propia modernidad o mejor, pelear por una modernidad<br />

articulada a la tradición y a partir de los repertorios de significación cultural indígenas.<br />

¿No es acaso posible ser aimara culturalmente o nacionalitariamente y<br />

simultáneamente ser ingeniero, obrero, industrial o agricultor?<br />

El reduccionismo campesinista y arcaizante con el que algunos ideólogos conservadores<br />

pretenden leer la formación de la identidad cultural indígena no sólo<br />

peca de desconocimiento de la historia y la teoría social, sino que además está<br />

fuertemente marcado por un esquema mental etnocentrista, que tiende a asociar<br />

lo indígena con lo atrasado, lo rural y opuesto al “desarrollo” y la “modernidad”<br />

que vendría de la mano, naturalmente, del mundo mestizo y castellanohablante.<br />

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