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El Diario de Ana Frank

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Querida Kitty:<br />

La cabeza me da vueltas. No sé verda<strong>de</strong>ramente por dón<strong>de</strong><br />

empezar.<br />

<strong>El</strong> viernes (Viernes Santo) jugamos un juego <strong>de</strong> mesa, lo<br />

mismo que el sábado en la tar<strong>de</strong>. Estos días han pasado<br />

rápidamente, sin nada que señalar. Invitado por mí, Peter vino a<br />

mi cuarto a las cuatro y media; a las cinco y cuarto subimos al<br />

<strong>de</strong>sván, don<strong>de</strong> nos quedamos hasta las seis. De seis a siete y cuarto<br />

escuchamos la transmisión <strong>de</strong> un hermoso concierto <strong>de</strong> Mozart;<br />

me gustó, sobre todo, Una Pequeña Serenata Nocturna. Me es<br />

difícil escuchar música en presencia <strong>de</strong> otros, pues siempre me<br />

causa el mismo efecto: me conmueve profundamente.<br />

En la noche <strong>de</strong>l domingo, a las ocho, me instalé con<br />

Peter en el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lante; para mayor comodidad, llevamos<br />

<strong>de</strong> nuestra casa algunos<br />

almohadones <strong>de</strong>l diván para convertir un cajón en asiento.<br />

Sobre los almohadones tan estrechos como el cajón, estuvimos<br />

ovillados el uno junto al otro, apoyando la cabeza en un montón<br />

<strong>de</strong> otros cajones, y sólo éramos espiados por Mouschi.<br />

De pronto, un cuarto para las nueve, el señor Van Daan nos<br />

silbó y vino a preguntarnos si no teníamos el almohadón <strong>de</strong><br />

Dussel. Dimos los dos un salto, y bajamos con el almohadón, el<br />

gato y Van Daan.<br />

Este almohadón trajo cola, porque habíamos tomado el que<br />

le servía <strong>de</strong> almohada, y Dussel estaba furioso. Tenía miedo a las<br />

pulgas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sván, y por esa causa hizo una escena <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

todo el mundo. Peter y yo, para vengarnos, escondimos dos<br />

cepillos duros en su cama, y este pequeño intermedio nos hizo<br />

reír bastante.<br />

Pero no reímos mucho tiempo. A las nueve y media, Peter<br />

golpeó suavemente a nuestra puerta y preguntó a papá si quería ir<br />

a ayudarle; no podía arreglárselas con una frase inglesa difícil.<br />

Algo anda mal -le dije a Margot, ¡Este pretexto es <strong>de</strong>masiado<br />

© Pehuén Editores, 2001.<br />

)113(<br />

EL DIARIO DE ANA FRANK<br />

burdo!<br />

Tenía razón: había ladrones en el <strong>de</strong>pósito. En un mínimo <strong>de</strong><br />

tiempo, papá, Van Daan, Dussel y Peter se encontraron abajo, en<br />

tanto que Margot, mamá, la señora y yo nos quedamos aguardando.<br />

Cuatro mujeres, unidas por la angustia, hablan sin cesar, y es<br />

lo que nosotras hicimos, hasta que oímos un golpe violento. Luego,<br />

silencio absoluto. <strong>El</strong> reloj señalaba un cuarto para las diez. Todas<br />

nos habíamos puesto pálidas, aunque guardando la calma a pesar<br />

<strong>de</strong>l miedo. ¿Qué había sido <strong>de</strong> nuestros hombres? ¿Qué significaba<br />

aquel golpe? ¿Habían tenido que luchar con los ladrones? A las<br />

diez, pasos en la escalera: papá, pálido y nervioso, entró, seguido<br />

<strong>de</strong>l señor Van Daan.<br />

-Apaguen todas las luces. Suban sin hacer ruido. Es <strong>de</strong> temer<br />

que venga la policía.<br />

No había tiempo para sentir miedo. Las luces fueron apagadas;<br />

yo apenas si alcancé a tomar un batón antes <strong>de</strong> subir.<br />

-¿Qué ha ocurrido? ¡Vamos, cuenten!<br />

Ya no había nadie para hacerlo, pues los cuatro habían vuelto<br />

a bajar. No reaparecieron hasta diez minutos más tar<strong>de</strong>, todos a<br />

la vez: dos <strong>de</strong> ellos montaron guardia junto a la ventana abierta<br />

en el cuarto <strong>de</strong> Peter; la puerta <strong>de</strong>l rellano fue cerrada con cerrojo,<br />

lo mismo que la <strong>de</strong>l armario giratorio. Se puso un trapo <strong>de</strong> lana<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l pequeño velador, y fuimos un oído solo.<br />

Al percibir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el rellano dos golpes secos, Peter bajó al<br />

entresuelo y vio que faltaba una plancha en el panel izquierdo <strong>de</strong><br />

la puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito. Giró sobre sus talones para advertir al<br />

<strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la familia, y los hombres bajaron para reconocer el<br />

terreno. Llegados al <strong>de</strong>pósito, Van Daan perdió la cabeza, y gritó:<br />

- ¡Policía!<br />

Inmediatamente <strong>de</strong>spués, pasos presurosos hacía la salida;<br />

los ladrones huían. Con el fin <strong>de</strong> impedir que la policía viera el<br />

agujero hecho en la puerta, nuestros hombres intentaron reponer<br />

la tabla en su sitio, pero un puñetazo <strong>de</strong>l otro lado la hizo caer al<br />

suelo. Durante algunos segundos los nuestros quedaron perplejos

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