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ante tamaño <strong>de</strong>scaro; Van Daan y Peter sintieron nacer en ellos<br />
el instinto asesino. <strong>El</strong> primero dio algunos golpes en el suelo con<br />
un hacha. Silencio <strong>de</strong> muerte. Nuevos esfuerzos para tapar la<br />
tronera. Nueva interrupción: una pareja que paseaba por el muelle<br />
se había <strong>de</strong>tenido y enviaba la luz enceguecedora <strong>de</strong> una linterna<br />
<strong>de</strong> bolsillo al interior <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pósito. Una interjección <strong>de</strong> uno <strong>de</strong><br />
nuestros hombres, y la pareja huyó entonces como los ladrones.<br />
Antes <strong>de</strong> reunirse con los <strong>de</strong>más <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta disimulada,<br />
Peter abrió rápidamente las ventanas <strong>de</strong> la cocina y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho<br />
privado y mandó el teléfono al suelo. Enseguida todos<br />
<strong>de</strong>saparecieron tras el estante giratorio.<br />
© Pehuén Editores, 2001.<br />
FIN DE LA PRIMERA PARTE<br />
NOSOTROS SUPONÍAMOS QUE LA PAREJA <strong>de</strong> la linterna iría a advertir<br />
a la policía. Era domingo por la noche, primer día <strong>de</strong> Pascua; al<br />
día siguiente, lunes <strong>de</strong> Pascua. nadie vendría a la oficina. Por lo<br />
tanto, no podríamos movernos antes <strong>de</strong>l martes por la mañana.<br />
¿Te imaginas? ¡Dos noches y un día que teníamos que pasar en<br />
semejante angustia! Ninguno <strong>de</strong> nosotros se hacía ilusiones: la<br />
señora Van Daan, la más miedosa, ni siquiera quería que se tuviera<br />
encendido el velador, y nos quedamos en la oscuridad<br />
cuchicheando y diciendo: «¡chis!, ¡chis!» al menor ruido.<br />
Diez y media, once. Ningún ruido. Papá y el señor Van Daan<br />
venían a vernos alternativamente. Once y cuarto: oímos<br />
movimiento abajo. En casa, sólo nuestra respiración era<br />
perceptible, pues todos estábamos como clavados. Se oyeron<br />
pasos en los pisos inferiores, en el <strong>de</strong>spacho privado, en la cocina,<br />
y luego... en la escalera que lleva a la puerta disimulada. Nuestra<br />
respiración se había cortado. Ocho corazones latían a punto <strong>de</strong><br />
romperse, al oírse los pasos en la escalera y las sacudidas en la<br />
)114(<br />
EL DIARIO DE ANA FRANK<br />
puerta-armario. Este instante es in<strong>de</strong>scriptible.<br />
-Ahora estamos perdidos pensé, viéndonos a todos llevados<br />
por la Gestapo aquella misma noche.<br />
Tiraron <strong>de</strong> la puerta-armario dos veces, tres veces. Algo cayó,<br />
y los pasos se alejaron. Hasta entonces, estábamos salvados; oí<br />
un castañeteo <strong>de</strong> dientes, no sé dón<strong>de</strong>; nadie dijo palabra.<br />
<strong>El</strong> silencio reinaba en la casa, pero había luz al otro lado <strong>de</strong> la<br />
puerta disimulada, visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestro rellano. ¿Les había<br />
parecido misterioso aquel armario? ¿Se había olvidado la policía<br />
<strong>de</strong> apagar la luz? Nuestras lenguas se <strong>de</strong>sataron; ya no había nadie<br />
en la casa, quizá un guardián ante la puerta...<br />
Recuerdo tres cosas: habíamos agotado todas las suposiciones,<br />
habíamos temblado <strong>de</strong> terror, y todos necesitábamos ir al W.C.<br />
Los bal<strong>de</strong>s estaban en el <strong>de</strong>sván, y sólo el cesto <strong>de</strong> papeles <strong>de</strong><br />
Peter <strong>de</strong> latón podía servirnos para ese menester. Van Daan fue<br />
el primero en pasar. Le siguió papá. Mamá tenía <strong>de</strong>masiada<br />
vergüenza. Papá llevó el recipiente al dormitorio don<strong>de</strong> Margot,<br />
la señora y yo, bastante contentas, lo utilizamos, y mamá también,<br />
al fin <strong>de</strong> cuentas. Todos pedían papel; afortunadamente, yo tenía<br />
algo en el bolsillo.<br />
Hedor <strong>de</strong>l recipiente, cuchicheos... Era medianoche, y<br />
estábamos todos fatigados.<br />
-Tiéndanse en el suelo y traten <strong>de</strong> dormir.<br />
Margot y yo recibimos cada una un almohadón y una manta;<br />
ella se puso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l armario, y yo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa. En el<br />
suelo, el hedor era menos terrible; sin embargo, la señora fue<br />
discretamente a buscar un poco <strong>de</strong> cloro y un repasador para<br />
tapar el recipiente.<br />
Cuchicheos, miedo, hedor, pedos y alguien sobre el recipiente<br />
a cada minuto: trata <strong>de</strong> dormir así. De tan fatigada, caí en una<br />
especie <strong>de</strong> sopor alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las dos y media, y no oí nada hasta<br />
una hora <strong>de</strong>spués. Me <strong>de</strong>sperté con la cabeza <strong>de</strong> la señora sobre<br />
uno <strong>de</strong> mis pies.<br />
-Siento frío. ¿No tiene usted, por favor, algo para echarme