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El Diario de Ana Frank

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Deseaba tener a un muchacho como amigo, y no a una<br />

muchacha. Había <strong>de</strong>scubierto también la dicha, bajo mi caparazón<br />

<strong>de</strong> superficialidad y alegría. De tiempo en tiempo, al volverme<br />

más seria, me sentía consciente <strong>de</strong> un <strong>de</strong>seo sin límites por todo<br />

lo que es belleza y bondad.<br />

Y por la noche, en la cama, al terminar mis rezos con las<br />

palabras: «Gracias, Dios mío, por todo lo que es bueno, amable y<br />

hermoso», mi corazón se regocija. Lo «bueno» es la seguridad <strong>de</strong><br />

nuestro escondite, <strong>de</strong> mi salud intacta, <strong>de</strong> todo mi ser, Lo «amable»<br />

es Peter, es el <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> una ternura que nosotros sentimos,<br />

sin osar todavía, ni el uno ni el otro, nombrarla o tan siquiera<br />

rozarla, pero que se revelará: el amor, el porvenir, la felicidad. Lo<br />

«hermoso», es el mundo, la naturaleza, la belleza y todo cuanto es<br />

exquisito y admirable.<br />

No pienso ya en la miseria, sino en la belleza que sobrevivirá.<br />

He ahí la gran diferencia entre mamá y yo. Cuando se está<br />

<strong>de</strong>salentado y triste, ella aconseja:<br />

- ¡Pensamos en las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong>l mundo, y alegrémonos <strong>de</strong><br />

estar al abrigo!.<br />

Y yo, por mi parte aconsejo:<br />

-Sal, sal a los campos, mira la naturaleza y el sol, ve al aire<br />

libre y trata <strong>de</strong> reencontrar la dicha en ti misma y en Dios. Piensa<br />

en la belleza que se encuentra todavía en ti y a tu alre<strong>de</strong>dor. ¡Sé<br />

dichosa!<br />

En mi opinión, el consejo <strong>de</strong> mamá no conduce a nada,<br />

porque ¿qué hay que hacer cuando nos encontramos en <strong>de</strong>sgracia?<br />

¿No salir <strong>de</strong> ella? En tal caso, estaríamos perdidos. En cambio,<br />

juzgo que volviéndonos hacia lo que es bello -la naturaleza, el sol,<br />

la libertad, lo hermoso que hay en nosotros- nos sentimos<br />

enriquecidos. Al no per<strong>de</strong>r esto <strong>de</strong> vista, volvemos a encontrarnos<br />

en Dios, y recuperamos el equilibrio.<br />

Aquel que es feliz pue<strong>de</strong> hacer dichosos a los <strong>de</strong>más. Quien<br />

© Pehuén Editores, 2001.<br />

)98(<br />

no pierda el valor ni la confianza,<br />

jamás perecerá en la calamidad.<br />

Tuya,<br />

EL DIARIO DE ANA FRANK<br />

ANA<br />

Domingo 12 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1944<br />

Querida Kitty:<br />

En estos últimos días, no me quedo quieta nunca, ya no me<br />

siento; es un vaivén perpetuo, <strong>de</strong> mi cuarto al <strong>de</strong>sván.<br />

Me alegra mucho hablar con Peter, pero tengo mucho miedo<br />

<strong>de</strong> molestarlo. <strong>El</strong> ha vuelto a hablarme <strong>de</strong>l pasado <strong>de</strong> sus padres<br />

y <strong>de</strong> sí mismo. Eso no me basta, y me pregunto por qué <strong>de</strong>seo<br />

más. Al principio, Peter me consi<strong>de</strong>raba insoportable, y la<br />

impresión era recíproca.<br />

Ahora, yo he cambiado <strong>de</strong> parecer, ¿le ha sucedido a él lo<br />

mismo?<br />

Pienso que sí, mas eso no significa que ya seamos verda<strong>de</strong>ros<br />

camaradas, lo que para mí haría infinitamente más soportable<br />

nuestra permanencia aquí. No <strong>de</strong>bería atormentarme; me ocupo<br />

<strong>de</strong> él bastante a menudo, <strong>de</strong> manera que no necesito entristecerte<br />

con mi pesar. Pero te confieso que me siento sobre ascuas.<br />

<strong>El</strong> sábado en la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme llegado <strong>de</strong> afuera<br />

una serie <strong>de</strong> malas noticias, me sentí tan trastornada, que me tendí<br />

en mi diván para dormir un poco. Sólo podía dormir, con el fin<br />

<strong>de</strong> no pensar. Sueño profundo hasta las cuatro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo<br />

cual me reuní con los <strong>de</strong>más. Me costó mucho contestar a todas<br />

las preguntas <strong>de</strong> mamá; para papá tuve que alegar un dolor <strong>de</strong><br />

cabeza, con el fin <strong>de</strong> explicar mi siesta. En suma, no mentí: tenía<br />

un dolor <strong>de</strong> cabeza, aunque... ¡interno!<br />

Las personas corrientes, las muchachas corrientes <strong>de</strong> mi edad,<br />

me creerían loca por apiadarme así <strong>de</strong> mí misma. Pero,

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