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El Diario de Ana Frank

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Querida Kitty:<br />

Un sábado más. Ya sabes lo que eso significa.<br />

Silencio relativo por la mañana. He ayudado un poco en la<br />

cocina, en casa <strong>de</strong> nuestros vecinos; en cuanto a «él», sólo ha<br />

cambiado conmigo unas pocas palabras furtivas. A las dos y media,<br />

cuando cada uno se mete en su habitación para leer o dormir, me<br />

instalé en la oficina privada, provista <strong>de</strong> frazadas, con el fin <strong>de</strong><br />

trabajar tranquilamente. Pero no duró largo rato, pues no podía<br />

más; <strong>de</strong>jé caer la cabeza sobre el brazo, y estalle en sollozos. Dando<br />

libre curso a una ola <strong>de</strong> lágrimas, me sentía profundamente<br />

<strong>de</strong>sdichada. ¡Ah, si tan siquiera «él» viniera a consolarme! Subí <strong>de</strong><br />

nuevo a mi casa a las cuatro, preparándome para ir a buscar patatas.<br />

Mi corazón latió <strong>de</strong> esperanza ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un encuentro, y<br />

entré en el cuarto <strong>de</strong> baño para arreglarme el pelo. En ese instante,<br />

lo oí bajar al <strong>de</strong>pósito para jugar con Muffi.<br />

De repente, sentí que las lágrimas me subían a los ojos y<br />

entré a toda prisa en W.C., llevándome conmigo el espejo. Linda<br />

cosa estar instalada allí, completamente vestida, mientras las<br />

lágrimas dibujaban manchas oscuras sobre mi <strong>de</strong>lantal rojo. Me<br />

sentía terriblemente <strong>de</strong>sgraciada.<br />

Pensaba, poco más o menos, así: «¡Oh Peter, quiere <strong>de</strong>cir que<br />

nunca te conquistaré! ¡Quién sabe! Es probable que no me<br />

encuentres ningún atractivo y que no sientas ninguna necesidad<br />

<strong>de</strong> confiarte. Pue<strong>de</strong> ser que pienses en mí, pero superficialmente.<br />

Sólo me resta proseguir sin compañía mi camino, sin confi<strong>de</strong>nte,<br />

sin Peter. De nuevo días sin esperanzas, sin consuelo y sin alegría:<br />

eso es lo que me espera. ¡Oh, si tan siquiera pudiera apoyar la<br />

cabeza en tu hombro para sentirme menos <strong>de</strong>sesperadamente<br />

sola y menos abandonada! Quizá no sientas ningún afecto por mí<br />

y mires a los <strong>de</strong>más con ojos igualmente tiernos. ¿Por qué, pues,<br />

imaginé que todo eso era sólo para mí? ¡Oh Peter, si pudieras<br />

verme y oírme! Es posible que la verdad sea <strong>de</strong>soladora: en tal<br />

caso, no podría soportarla».<br />

© Pehuén Editores, 2001.<br />

)91(<br />

EL DIARIO DE ANA FRANK<br />

Pero poco <strong>de</strong>spués he sentido renacer mis esperanzas, volver<br />

mi alegría, en tanto que mis lágrimas resbalaban aún sobre mis<br />

mejillas.<br />

Tuya,<br />

ANA<br />

Miércoles<br />

23 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1944<br />

Querida Kitty:<br />

Des<strong>de</strong> ayer hace buen tiempo, y me siento completamente<br />

cambiada. Cada mañana voy al <strong>de</strong>sván don<strong>de</strong> trabaja Peter y don<strong>de</strong><br />

el aire <strong>de</strong> afuera refresca mis pulmones saturados <strong>de</strong> moho. Des<strong>de</strong><br />

mi sitio preferido, en el suelo, miro el cielo azul, el castaño aún<br />

<strong>de</strong>snudo, en cuyas ramas brillan las gotitas <strong>de</strong> lluvia, las gaviotas<br />

que cortan el aire con su vuelo rápido.<br />

<strong>El</strong> había apoyado la cabeza contra la gruesa viga. Yo estaba<br />

sentada. Respirábamos juntos el aire fresco, mirábamos afuera, y<br />

entre nosotros había algo que no <strong>de</strong>bía ser interrumpido con<br />

palabras. Por largo rato, nos quedamos mirando el cielo, los dos;<br />

y cuando tuvo que <strong>de</strong>jarme para ir a cortar leña, sentí que Peter<br />

era un muchacho extraordinario. Subió la escalera, seguido <strong>de</strong> mí,<br />

y durante el cuarto <strong>de</strong> hora que cortó la leña no cambiamos una<br />

palabra. Yo permanecía <strong>de</strong> pie, para mirarlo: él se aplicaba en<br />

cortar bien la leña, para <strong>de</strong>mostrarme su fuerza. También miré<br />

por la ventana abierta, tras la cual se divisaba una gran parte <strong>de</strong><br />

Amsterdam; y por sobre los tejados, hasta la línea <strong>de</strong>l horizonte,<br />

<strong>de</strong> un azul tan límpido, que ya no se distingue la línea divisoria.<br />

Me dije: «Mientras esto exista y yo pueda disfrutarlo -este sol<br />

radiante, este cielo sin nubes-, no puedo estar triste».<br />

Para quien tenga miedo, se sienta triste o <strong>de</strong>sdichado, el mejor<br />

remedio, es salir al aire libre, y buscar un lugar don<strong>de</strong> esté solo<br />

con el cielo, la naturaleza y Dios. Únicamente entonces se siente<br />

que todo está bien así, y que Dios quiere ver a los hombres felices

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