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diferente a la imagen que ella se forja <strong>de</strong> él, porque se sentiría<br />
consternada y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no sabía obrar <strong>de</strong> otra manera; por<br />
consiguiente, prefiero ahorrarle el pesar que ello le causaría, tanto<br />
más que para mí en nada cambiaría la situación.<br />
Mamá se percata bien <strong>de</strong> que yo la quiero menos que Margot,<br />
pero imagina que sólo se trata <strong>de</strong> una etapa difícil <strong>de</strong> mi vida.<br />
Margot se ha vuelto tan amable que no la reconozco; ya no enseña<br />
las uñas tan a menudo, y nos hemos hecho muy amigas. Ha <strong>de</strong>jado<br />
<strong>de</strong> tratarme como si yo fuera una chiquilla insignificante.<br />
Parecerá raro, pero a veces me miro como si viera por otros<br />
ojos que los míos. Entonces, bien a mis anchas, examino las<br />
cuestiones <strong>de</strong> una cierta «<strong>Ana</strong>»; recorro las páginas <strong>de</strong> mi vida,<br />
como si se tratara <strong>de</strong> una extraña. Antes, en nuestra casa, cuando<br />
no reflexionaba tanto, tenía en ocasiones la sensación <strong>de</strong> no formar<br />
parte <strong>de</strong> mi familia. Durante cierto tiempo interpreté asimismo<br />
el papel <strong>de</strong> huérfana; o me dirigía a mí misma múltiples reproches,<br />
diciéndome que nadie tenía la culpa si yo quería hacerme la víctima,<br />
cuando todo el mundo era tan bueno conmigo. Luego llegó un<br />
momento en que me esforcé por ser amable: por la mañana, al<br />
oír pasos en la escalera, esperaba ver entrar a mamá, para darme<br />
los buenos días; era afectuosa con ella; pero también porque me<br />
sentía feliz <strong>de</strong> verla tan amable contigo. Luego, bastaba una <strong>de</strong><br />
sus observaciones un poco ásperas para que yo me fuera a la<br />
escuela toda <strong>de</strong>salentada. Al regreso, la disculpaba, diciéndome<br />
que podía tener preocupaciones; llegaba, pues, a casa muy alegre,<br />
hablaba por diez, hasta que la misma cosa se repetía y volvía a<br />
irme, pensativa, con mi bolsón con útiles. Otra vez regresaba con<br />
la firme intención <strong>de</strong> enfurruñarme, lo que olvidaba enseguida,<br />
tantas eran las noveda<strong>de</strong>s que tenía que contar; ellas eran dirigidas<br />
evi<strong>de</strong>ntemente a mamá, que, en mi opinión, <strong>de</strong>bía estar siempre<br />
dispuesta a escucharme en cualquier circunstancia.<br />
Después pasó nuevamente por una época en la que no<br />
escuchaba los pasos por la mañana, me sentía sola, y mojaba una<br />
vez más <strong>de</strong> lágrimas la almohada.<br />
© Pehuén Editores, 2001.<br />
)81(<br />
EL DIARIO DE ANA FRANK<br />
Aquí, en la clan<strong>de</strong>stinidad, las cosas se han agravado aún más.<br />
En fin, tú lo sabes. Pero, no obstante todas estas dificulta<strong>de</strong>s,<br />
Dios me ha socorrido y me ha enviado a... ¡Peter!<br />
Juego un momento con mi medalloncito, lo beso y pienso:<br />
«Después <strong>de</strong> todo, ¿qué más da? Tengo a mi Peter y nadie lo<br />
sabe». Así, puedo pasar por alto cualquier <strong>de</strong>saire. ¿Quién<br />
sospechará lo que suce<strong>de</strong> en la mente <strong>de</strong> una chica?<br />
Tuya,<br />
ANA<br />
Sábado 15 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1944<br />
Querida Kitty:<br />
No tiene sentido <strong>de</strong>scribirte a cada paso nuestras disputas y<br />
querellas en sus menores <strong>de</strong>talles. Para ser breve te diré que ya no<br />
usamos en común con los Van Daan muchas <strong>de</strong> las provisiones,<br />
como la mantequilla y la carne, y que hacemos freír nuestras patatas<br />
fuera <strong>de</strong> la cocina común. Des<strong>de</strong> hace algún tiempo, nos<br />
conce<strong>de</strong>mos un pequeño suplemento <strong>de</strong> pan negro, porque, a<br />
partir <strong>de</strong> las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, empezamos a sentirnos<br />
obsesionados por la hora <strong>de</strong> la cena, sin po<strong>de</strong>r imponer silencio<br />
a nuestros estómagos vacíos.<br />
Ahora se acerca el cumpleaños <strong>de</strong> mamá. Kraler le ha traído<br />
azúcar, lo que <strong>de</strong>spertó los celos <strong>de</strong> los Van Daan, pues la señora<br />
no recibió lo mismo en ocasión <strong>de</strong> su propio cumpleaños. Nuevas<br />
pullas, crisis <strong>de</strong> lágrimas y diálogos ásperos. ¡Bah! De nada vale<br />
que te fastidie con todo eso. Puedo <strong>de</strong>cirte, Kitty, que ellos nos<br />
molestan cada vez más. Mamá ha hecho el voto irrealizable <strong>de</strong><br />
abstenerse <strong>de</strong> ver a los Van Daan durante quince días.<br />
No ceso <strong>de</strong> preguntarme si el hecho <strong>de</strong> cohabitar con otras<br />
personas, sean quienes fueren, lleva forzosamente a las disputas.<br />
¿O será que, en nuestro caso, hemos tenido especial mala suerte?