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El Diario de Ana Frank

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Querida Kitty:<br />

<strong>El</strong> señor Van Daan fue un tiempo comerciante <strong>de</strong> embutidos<br />

en general, salchichones y especias. Fue tomado en las oficinas<br />

<strong>de</strong> papá precisamente por su experiencia en los negocios.<br />

Hemos encargado mucha carne (en el mercado negro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

luego), para hacer conservas, en vista <strong>de</strong> los tiempos difíciles. Era<br />

curioso ver las tripas transformarse en salchichas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

sido atiborradas <strong>de</strong> carne picada y repicada, y sazonada con todos<br />

los ingredientes. Inmediatamente las probamos en el almuerzo,<br />

con chucrut. Pero los salchichones van a ser puestos a secar en el<br />

techo, colgados <strong>de</strong> un palo con hilo. Cada uno <strong>de</strong> nosotros al<br />

entrar en la habitación y ver la exposición <strong>de</strong> salchichones frescos,<br />

se echó a reír. No era para menos.<br />

La habitación resultaba irreconocible. Cubierto con un<br />

<strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> su mujer, que lo hacía aún más voluminoso, el señor<br />

Van Daan se afanaba con la carne: sus manos cubiertas <strong>de</strong> sangre,<br />

la cara roja y el <strong>de</strong>lantal manchado, le daban el aspecto <strong>de</strong> un<br />

verda<strong>de</strong>ro carnicero. La señora se ocupaba <strong>de</strong> todo a la vez:<br />

apren<strong>de</strong>r su lección <strong>de</strong> holandés, cuidar la sopa y mirar a su marido,<br />

suspirando y gimiendo <strong>de</strong> dolor al acordarse <strong>de</strong> su costilla rota.<br />

¡Así apren<strong>de</strong>rá a no hacer, a su edad, ejercicios idiotas <strong>de</strong> cultura<br />

física! ¡Todo eso para afinar un poco su grueso trasero!<br />

Sentado al lado <strong>de</strong> la estufa, Dussel ponía compresas <strong>de</strong><br />

manzanilla en su ojo inflamado. Pim había colocado su silla en el<br />

<strong>de</strong>lgado rayo <strong>de</strong> sol que se filtraba por la ventana; se tropezaba<br />

con él <strong>de</strong> vez en cuando; sin duda, el reumatismo lo hacía sufrir,<br />

porque parecía un viejo encorvado, mirando con irritación los<br />

© Pehuén Editores, 2001.<br />

)35(<br />

EL DIARIO DE ANA FRANK<br />

<strong>de</strong>dos <strong>de</strong>l señor Van Daan. Peter hacía acrobacias con su gato;<br />

mamá, Margot y yo estábamos pelando patatas, en suma, nadie<br />

tenía la cabeza en lo que hacía, a tal punto Van Daan llamaba la<br />

atención.<br />

Dussel ha inaugurado un nuevo consultorio odontológico.<br />

Por si te divierte, voy a contarte cómo ha sido. Mamá estaba<br />

planchando, cuando la señora Van Daan se ofreció como primera<br />

paciente. Se sentó en medio <strong>de</strong> la habitación. Con gesto<br />

importante. Dussel abrió su estuche y sacó sus instrumentos, pidió<br />

agua <strong>de</strong> Colonia como <strong>de</strong>sinfectante y vaselina en reemplazo <strong>de</strong><br />

cera.<br />

Miró el interior <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> la señora, tocó un diente o un<br />

molar, lo que la hizo estremecerse como si fuera a morir <strong>de</strong> dolor,<br />

en tanto lanzaba exclamaciones incoherentes. Tras un largo<br />

examen (según la señora Van Daan; aunque no duró más <strong>de</strong> dos<br />

minutos). Dussel empezó a hurgar en uno <strong>de</strong> los agujeritos. Pero<br />

no pudo proseguir. La señora tomada <strong>de</strong> improviso, agitó brazos<br />

y piernas hasta que Dussel soltó bruscamente su pequeño<br />

gancho.... que quedó prendido <strong>de</strong> la muela <strong>de</strong> la señora.<br />

¡Entonces empezó un lindo espectáculo! La señora Van Daan<br />

lanzó los brazos en todas direcciones, gritando (en la medida <strong>de</strong><br />

lo posible, con tal instrumento en la boca) y tratando <strong>de</strong> arrancar<br />

el pequeño gancho, que se había hundido todavía más. Muy<br />

tranquilo, el señor Dussel observaba la escena con los brazos<br />

cruzados. Los <strong>de</strong>más espectadores eran sacudidos por una risa<br />

loca. Esto era estúpido, pues estoy segura <strong>de</strong> que yo hubiera<br />

chillado más fuerte que ella. Después <strong>de</strong> muchas contorsiones,<br />

golpes, gritos y chillidos, la señora terminó por arrancarse el<br />

gancho, ¡y el señor Dussel continuó su trabajo como si nada<br />

hubiera sucedido! Se <strong>de</strong>sempeñó tan rápidamente, que la señora<br />

Van Daan no tuvo tiempo <strong>de</strong> recomenzar sus contorsiones, gracias<br />

a la manera en que fue secundado. Dos ayudantes, el señor Van<br />

Daan y yo, resultaron valiosos. Todo ello me hizo pensar en un<br />

grabado medieval que lleva esta leyenda: «Sacamuelas trabajando».

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