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El Diario de Ana Frank

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Querida Kitty:<br />

<strong>El</strong> domingo, el norte <strong>de</strong> Amsterdam fue rudamente<br />

bombar<strong>de</strong>ado. Una <strong>de</strong>vastación espantosa. Calles enteras en<br />

ruinas; llevará mucho tiempo retirar todos los cadáveres. Se han<br />

contado, hasta ahora, doscientos muertos y muchísimos heridos;<br />

los hospitales están atestados. Dicen que gran cantidad <strong>de</strong> niños<br />

andan perdidos buscando a sus padres bajo los escombros aún<br />

calientes.<br />

Me estremezco al recordar el rumor sordo y lejano que marcó<br />

para nosotros, el comienzo <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>strucción.<br />

Tuya,<br />

ANA<br />

© Pehuén Editores, 2001.<br />

Viernes 23 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1943<br />

Querida Kitty:<br />

Quiero contarte lo que cada uno <strong>de</strong> nosotros <strong>de</strong>sea hacer en<br />

primer lugar, al salir <strong>de</strong> aquí. Lo que más agradaría a Margot y al<br />

señor Van Daan es meterse hasta la barbilla en un baño muy<br />

caliente, y quedarse en él por lo menos media hora. La señora<br />

Van Daan, antes que cualquier otra cosa, sabotearía unas golosinas.<br />

Dussel no pue<strong>de</strong> pensar más que en Lotte, su mujercita. Mamá<br />

en una taza <strong>de</strong> café. Papá, en visitar al señor Vossen. Peter, en ir<br />

al cine. Y yo me sentiría extasiada al punto <strong>de</strong> que no sabría por<br />

dón<strong>de</strong> empezar.<br />

Lo que más <strong>de</strong>seo es estar en mi casa, po<strong>de</strong>r circular<br />

libremente, moverme, y , en fin, ser dirigida en mis estudios, es<br />

<strong>de</strong>cir, volver a la escuela.<br />

<strong>El</strong>li se ha ofrecido para adquirir frutas clan<strong>de</strong>stinamente ¡al<br />

precio que están!... Uvas, 5 florines el kilo. Grosellas, 0,70 la libra.<br />

Un durazno medio florín, melón, florín y medio el kilo, y sin<br />

embargo todas las noches pue<strong>de</strong> leerse en los diarios: «¡<strong>El</strong> alza <strong>de</strong><br />

)52(<br />

los precios obe<strong>de</strong>ce a la usura».<br />

Tuya,<br />

EL DIARIO DE ANA FRANK<br />

ANA<br />

Lunes 26 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1943<br />

Querida Kitty:<br />

Ayer tuvimos un día tumultuoso y todavía nos sentimos<br />

nerviosos. Sin duda, tú te preguntarás si alguna vez pasamos un<br />

día tranquilo.<br />

Por la mañana, durante el <strong>de</strong>sayuno, sonó la alarma; pero,<br />

nos <strong>de</strong>spreocupamos, porque eso quiere <strong>de</strong>cir que los aviones se<br />

aproximan a la costa. Luego me tendí durante una hora, pues<br />

sentía un fuerte dolor <strong>de</strong> cabeza, y me reuní con los <strong>de</strong>más<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. A las dos y media, apenas Margot<br />

había terminado <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar su trabajo <strong>de</strong> oficina, las sirenas se<br />

pusieron a rugir; <strong>de</strong> modo que ambas subimos enseguida. Era<br />

hora, pues cinco minutos <strong>de</strong>spués se produjeron tales sacudidas,<br />

que los cuatro nos refugiamos en nuestro «rincón <strong>de</strong> seguridad»<br />

en el corredor. No había lugar a dudas, la casa temblaba y las<br />

bombas no caían lejos.<br />

Me aferré a mi maletita, más para asirme a algo que para huir,<br />

pues, <strong>de</strong> cualquier modo, nosotros no po<strong>de</strong>mos salir: la calle nos<br />

reserva tantos peligros como los bombar<strong>de</strong>os. Después <strong>de</strong> media<br />

hora, disminuyó la cantidad <strong>de</strong> aviones; en cambio, hubo una<br />

enorme batahola en la casa. Peter había vuelto a bajar <strong>de</strong> su puesto<br />

<strong>de</strong> observación en el <strong>de</strong>sván. Dussel se hallaba en el <strong>de</strong>spacho. La<br />

señora Van Daan se creía a salvo en la oficina privada. Su marido<br />

había visto todo el espectáculo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la buhardilla. Y nosotros<br />

nos habíamos quedado en el pequeño corredor. Subí a la buhardilla<br />

para ver las columnas <strong>de</strong> humo que se elevaban por sobre el puerto.<br />

Bien pronto nos invadió un olor a quemado, y el cielo se vio<br />

cubierto por una bruma espesa.

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