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En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana

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lución histórica, la totalidad de cuanto la naturaleza originariamente ofrece y cuanto<br />

el previo trabajo de las anteriores generaciones humanas ha acumulado.<br />

Después de cuanto antecede, quizá alguien piense que nosotros rechazamos,<br />

como ajeno a la justicia, plantearnos la remuneración económica del trabajo. No<br />

caemos en semejante absurdo. Pero lo que sí propugnamos con toda contundencia<br />

es que el criterio primordial para tal remuneración económica no puede ni<br />

debe ser el servicio prestado que, en cuanto tal, ya hemos intentado demostrar<br />

que es impagable, sino la existencia de determinadas necesidades de toda<br />

vida humana, para satisfacer las cuales es ineludible utilizar determinados bienes<br />

materiales.<br />

Efectivamente, sin un soporte material ni siquiera es posible la vida. El alimento,<br />

el vestido, el cobijo, etc. de la naturaleza material nos vienen, y, desde esa<br />

base, satisfacemos todas las demás necesidades humanas: la educación y socialización,<br />

la alimentación y educación de los hijos, el desarrollo de las propias posibilidades<br />

y cualidades, etc.<br />

Pero lo específico del hombre, por racional y por libre, es que la satisfacción<br />

de todas sus necesidades se convierte en él en obligación y deber. <strong>En</strong> la medida<br />

en que, cubriendo sus necesidades, desarrolla sus cualidades y posibilidades, se<br />

realiza como persona. Y lo que para él es un deber, para los otros y frente a los<br />

otros es un derecho a respetar.<br />

De ahí que el primer derecho exigible a los demás por parte de cada uno<br />

para cumplir con el deber de satisfacer sus necesidades sea recibir, a cambio de<br />

cualquier auténtico servicio prestado como persona, los bienes materiales necesarios;<br />

que en el actual estadio de le economía suelen estar significados y concretados<br />

la mayoría de las veces en el dinero, intercambiable normalmente por toda<br />

clase de bienes.<br />

Ahora bien –y ésta es la clave de cuanto queremos afirmar–, las necesidades<br />

básicas y fundamentales de todos los hombres son las mismas e iguales. No hay<br />

nadie que tenga más obligación que otro de alimentarse, vestirse o cobijarse.<br />

Nadie puede dispensarse de cultivarse y educarse. Nadie puede renunciar a alimentar,<br />

cuidar y educar a sus hijos. Todo ello porque nadie es más persona que<br />

nadie.<br />

Por consiguiente, dentro del margen que se extiende entre lo necesario y lo<br />

suficiente, los bienes materiales destinados a necesidades idénticas e iguales, serán<br />

iguales. Y, si los bienes se deben adquirir mediante un salario, es claro que también<br />

el salario debe acercarse a la igualdad.<br />

Tal vez alguien pueda objetar que para ejercer determinados trabajos o profesiones<br />

se necesitan muchos medios. Pero éstos –respondemos– no deben ni tienen<br />

por qué ser propiedad particular de los profesionales. Más bien les corresponde<br />

ser propiedad común, comunitaria o social (nunca por supuesto<br />

identificable con la estatal). Y, si en algún caso es oportuno que sean propiedad<br />

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