En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana
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zación económica y contra Maastricht, a favor de Chiapas, contra el racismo, etc.<br />
Pocas han alcanzado el número de 1.000 personas.<br />
Y no es que nosotros neguemos que en todos estos hechos se luche por causas<br />
justas. Compartimos estas causas como justas. Si acudimos a tales hechos,<br />
prescindiendo de aquellos que llevan directamente a la explotación, a la exclusión,<br />
al abuso de poder, etc., es porque deseamos hacer ver que en la lucha por la justicia<br />
los particularismos pueden ser enormemente perjudiciales y desviar, con frecuencia,<br />
del objetivo principal.<br />
Tampoco es que nosotros pretendamos que todos los grupos hagan lo mismo<br />
y cubran todos los frentes de lucha, pero sí hubiéramos deseado que en tanta<br />
manifestación apareciese más clara la «radical injusticia» del sistema y un horizonte,<br />
también claro, de cambio social; lo que hubiera conseguido una mayor confluencia<br />
de grupos diversos. Grupo a grupo el sistema puede con todos. No está,<br />
por tanto, de más que, por encima de intereses y preferencias, se dialogue y se<br />
confluya en objetivos más profundos y generales.<br />
2. Gracias a Dios parece haber un «ambiente antibelicista» en nuestro país.<br />
Pero ¿acaso no se han confundido los términos creyendo que la paz trae la justicia<br />
y no al revés: que, más bien, la justicia precede a la paz, siendo ésta el fruto<br />
más logrado de aquella? Pocos han entendido las palabras de Francisco de Asís:<br />
«Si poseemos bienes, necesitamos defenderlos». ¿Cuántos de cuantos vociferan<br />
contra los ejércitos están dispuestos a arrostrar los sacrificios necesarios para elevar<br />
el nivel de vida de los países pobres hasta igualarlos con nosotros y, de esa<br />
forma, lograr que los ejércitos no tengan que defendernos de los pobres que aquí<br />
intentan venir atraídos por el brillo de nuestra riqueza?<br />
El ejemplo es extremo, pero ilustra bastante sobre la diferencia entre «entretenerse»<br />
con una causa justa como la de la paz y «comprometerse» en vida y<br />
hacienda con la justicia.<br />
3. Los sindicatos de Telefónica Española que, junto con la empresa, gestionan<br />
un fondo de pensiones de 370.000 millones de pesetas, parecen dispuestos<br />
a vender a la Banca privada la gestión de tales fondos. Los sindicatos recibirían<br />
por ello un mínimo de 2.000 millones de pesetas que no les vendrían mal para<br />
sus arcas particulares y para pagar su burocracia.<br />
Esta abdicación de responsabilidad –de los sindicatos y sus asociados– ¿no<br />
favorece el dominio del capital sobre el trabajo? ¿Van los bancos a administrar<br />
tales fondos con más justicia?<br />
Meditando en hechos así se comprende que no coinciden intereses y responsabilidad.<br />
¿No parece absurdo entregarse en manos ajenas y luego gemir y llorar<br />
porque los capitalistas nos maltratan?<br />
4. Las numerosísimas ONGs españolas no llegan, por término medio, a 100<br />
socios por organización. ¿Tiene algún sentido esta atomización ante el ingente<br />
problema de hacer justicia a los pobres? ¡Si al menos hubiera una eficaz coordi-<br />
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