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En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana

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Caridad cuando en nuestro «servicio» al prójimo prescindimos de aspectos esenciales<br />

de la misma.<br />

Permítasenos hacernos entender desde una cita del Concilio Vaticano II:<br />

(Decreto Apostolicam Actuositatem, Nº 8, punto 5).<br />

«Para que el ejercicio de la Caridad... aparezca como tal es necesario que...<br />

se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que<br />

recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de<br />

la propia utilidad o por deseo de dominar; se satisfaga ante todo, a las exigencias<br />

de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por<br />

título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos, y se ordene<br />

el auxilio de forma que, quienes lo reciben, poco a poco se vayan liberando<br />

de la dependencia externa y se vayan bastando por si mismos».<br />

A la luz de estas palabras, se comprende con facilidad que las campañas llevadas<br />

a cabo en nuestro país, ocasión de este editorial, no están orientadas a las<br />

exigencias de la justicia, ni a la erradicación de las causas del mal, ni por ello, a<br />

que los pobres se liberen de la dependencia ajena, y se comprende también que<br />

a los cristianos su fe les exige ir mucho más lejos de lo que van estas campañas.<br />

Por consiguiente, cuando los cristianos, en su conjunto, o al menos en número<br />

socialmente significativo, no plantan cara al sistema económico neocapitalista<br />

y neoliberal, que, al no existir otro de hecho hoy en el mundo, es el responsable<br />

de la pobreza, el hambre y la muerte de millones de personas, faltan a la<br />

caridad como se la exige el Concilio.<br />

Cuando el ordenamiento político internacional permite la prepotencia de los<br />

países ricos sobre los pobres, bien a través del veto de que gozan en la ONU, bien<br />

a través de su potencia económica y cultural, bien por cualquier otro medio; cuando<br />

en el ordenamiento político nacional se prima al Estado frente a la sociedad y<br />

a la economía frente a los derechos humanos, y los cristianos se instalan sin problemas<br />

de conciencia en tales ordenamientos ¿qué valor real tiene la Doctrina<br />

Social de la Iglesia cuando habla de la dignidad y del protagonismo de la persona<br />

y los pueblos en la vida personal y social?<br />

Cuando se aceptan, de hecho y con la vida, los planteamientos hedonistas,<br />

consumistas e individualistas de nuestra cultura sin alumbrar, al menos en grupos<br />

significativos, nuevas formas sociales de vida hechas de responsabilidad comprometida,<br />

de austeridad y de solidaridad, la limosna ofrecida a los pobres, desde<br />

nuestra opulencia individual y social, es una ofensa a la dignidad de los pobres y<br />

no Caridad cristiana. Creer en la <strong>En</strong>carnación de Dios es creer en un descenso de<br />

Dios al nivel humano. Por ello, mientras la Caridad no sea un descenso vital al<br />

nivel de los pobres en todos los sentidos, el cristiano no encarna adecuadamente<br />

la <strong>En</strong>carnación de su Dios, no le es fiel. Y de veras, las campañas al uso que hacemos<br />

¿cuestionan en algo fundamental nuestros niveles de vida y nuestras formas<br />

de vida?<br />

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