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En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana

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sidad de culturas, personas y pueblos existentes en el mundo. La economía globalizada<br />

puede, en efecto, servir con facilidad a los intereses de la minoría dueña<br />

del complejo empresarial-financiero, pero imposible es que se adecue a las variadas<br />

peculiaridades y necesidades de toda la especie humana; so pena de conseguir<br />

–y en ello anda el imperio, tratando de imponer una única cultura acrítica–<br />

un tipo humano estandarizado sin iniciativa ni libertad interior; hecho improbable<br />

para cuantos creemos en la fuerza del espíritu humano.<br />

El paro, la otra realidad mostrenca, es insoluble en este contexto nuestro<br />

donde los pocos dueños de los bienes económicos necesitan poco o nada del trabajo<br />

humano para seguir enriqueciéndose.<br />

Evidentemente, como las personas están ahí, algo hay que hacer con ellas;<br />

aparte –hablamos a escala universal– de tratar de disminuir su número con «eficaces»<br />

controles de la natalidad o con las guerras y etnocidios más o menos abiertamente<br />

consentidos.<br />

Por ello a nosotros nos parecen bien todas las acciones que, a corto plazo,<br />

se realicen para paliar los efectos de esta lacra: el subsidio de paro, la supresión<br />

de horas extraordinarias, el reparto de trabajo, la reducción de la jornada semanal,<br />

la creación de puestos de trabajo para servir al ocio de los ricos y poderosos<br />

o para cubrir tareas más o menos asistenciales de las que se desentienden quienes<br />

estarían en justicia obligados a ello, etc.<br />

Nos parecería mejor que se concediese la categoría y dignidad de trabajo<br />

remunerable a muchísimas actividades creativas del espíritu humano: el arte, la<br />

cultura, la investigación, etc. Pero nos tememos que mientras pague quien paga,<br />

sólo las que le sirvan serán recompensadas.<br />

Pero nos parece mucho mejor e indispensable que surjan entre nosotros grupos<br />

de ciudadanos verdaderamente revolucionarios que luchen por conseguir, a<br />

medio y largo plazo, desarticular la economía globalizada, adecuar la propiedad<br />

de los bienes económicos a los distintos niveles en que la persona humana se<br />

desenvuelve y lograr que todos seamos dueños de nosotros mismos y no nos veamos<br />

alienados, enajenados, en manos de poderes extraños, viviendo a cuenta y<br />

por cuenta ajena.<br />

No decimos que esta tarea sea fácil, pero sí que, mientras no se ataquen las<br />

raíces de los problemas, sólo lograremos, cuando y donde lo logremos, aliviar el<br />

dolor y la injusticia humana, pero no suprimirlos. Y desde luego no dejaremos de<br />

ser cómplices por nuestra falta de visión y militancia del fortalecimiento del sistema<br />

que oprime a los pobres y excluidos.<br />

Permítasenos terminar –aunque parezca impropio de una editorial– recomendando<br />

dos escritos del gran militante obrero cristiano Guillermo Rovirosa: «De<br />

quién es la empresa» y «Manifiesto comunitarista». <strong>En</strong> ellos puede aprenderse que<br />

técnicamente es factible y practicable este camino.<br />

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