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En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana

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tura económica (y aun de toda cultura sin más) independiente que pudiera oponerse<br />

a la cultura monopolística de dominio universal.<br />

El matrimonio entre las empresas transnacionales y las instituciones financieras,<br />

la servidumbre de la ciencia y la técnica a este complejo económico-financiero<br />

y la trilateralización de la política (o, lo que es lo mismo, el seguimiento por<br />

parte de los Estados de los dictados «sugeridos» desde una institución privada –la<br />

Trilateral– compuesta por un escogido número de notables de las finanzas, el derecho,<br />

la ciencia, etc. pertenecientes a EE.UU., Europa y Japón) son al mismo tiempo<br />

prueba y garantía de la sólida instauración del imperio del dinero.<br />

Cuando las instituciones financieras de derecho internacional como el BM y<br />

el FMI, según se expone en este mismo número de esta revista, están al servicio<br />

del sistema financiero privado, y, a su vez, el BM y el FMI condicionan y determinan<br />

la economía de las naciones y de los individuos aun a costa de sus derechos<br />

más fundamentales como el existir y el sustentarse, lo que en realidad se está<br />

haciendo es «absolutizando» al dinero, y esa es la categoría más propia de un<br />

dios, ser «el absoluto», el incondicionado, el que, por el contrario, pone condiciones<br />

a la existencia de los demás y exige adoración y sumisión.<br />

Pero este dios-dinero es un dios miserable, creador de miseria. Cuando,<br />

según el profesor José Luis Sampedro, la ciencia y la técnica hacen posible ya la<br />

erradicación del hambre y la miseria, el dinero, violentando a ambas, obliga a dos<br />

terceras partes de la humanidad a vivir en medio de guerras, hambre, ignorancia<br />

e impotencia.<br />

Y para que no parezca mera elucubración lo que decimos, vaya un ejemplo<br />

reciente y referido a nuestro país. Según datos oficiales remitidos al Parlamento<br />

en 1990, el 100% de los créditos concedidos por España a través del Fondo de<br />

Ayuda al Desarrollo (FAD) a Egipto (26.869 millones), Jordania (3.026 millones),<br />

Lesoto (592 millones), Santo Tomé (247 millones), Somalia (3.318 millones),<br />

Tailandia (455 millones), Zimbawe (1.686 millones) fueron destinados a material<br />

militar. A Mozambique, con una renta per cápita de 80 dólares, se le concedieron<br />

también para armas 892 millones de pesetas.<br />

¿Qué otro derecho puede invocarse para semejantes acciones que no sea el<br />

«derecho» del dinero a acrecentarse mediante la negación del «derecho a la vida»<br />

de las personas?<br />

Sin embargo, la miseria mayor del dios-dinero es que «cosifica» al hombre, le<br />

reduce a mero objeto en un doble sentido; por una parte le priva de ser «sujeto<br />

activo de su propio destino», y por otra le «cuantifica» como un dato más del proceso<br />

de acumulaciones de bienes y poder, suprimible o reducible en la medida que<br />

estorba a tal proceso. El hombre queda degradado (desciende de su puesto) tanto<br />

por el consumismo como por la miseria. Mientras el dinero siga siendo el dios<br />

entronizado, el hombre será un ser destronado, cuyo fracaso está asegurado.<br />

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