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En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana

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Cuando ante el mal mayor de una crisis del sistema financiero mundial, se<br />

exige a los pobres el pago de la deuda externa (mal menor), ¿no estamos consiguiendo<br />

el sumo mal de la muerte y el hambre de los inocentes?<br />

Cuando en el orden individual, se nos dice que debemos votar al partido o<br />

programa menos malo para no dar paso a otros peores, ¿acaso no se nos está<br />

diciendo que la política es elegir entre malos (o entre males), lo cual es el sumo<br />

mal que de la política se puede afirmar: que en ella siempre se hace el mal, aunque<br />

sea el menor?<br />

Ante estos hechos, y otros muchos que podríamos aportar, debemos preguntarnos<br />

¿a qué se debe esta especie de fatalidad? A nuestro entender, a un<br />

absurdo empeño de pretender realizar en política, en economía y, en general, en<br />

la sociedad, la cuadratura del círculo o, lo que es lo mismo, pretender la paz y la<br />

justicia desde los privilegios y en coexistencia con ellos, cuando precisamente, son<br />

los privilegios los que impiden la paz y la justicia. Se parte del dato inamovible de<br />

que el nivel de vida o status de los países o clases poderosas es intocable y se<br />

parte, otro absurdo, de que los privilegiados (sean países, grupos o clases) son los<br />

encargados de establecer la justicia en el mundo. Si el nivel de privilegios no puede<br />

rebajarse, ¿cómo realizar la justicia?<br />

El mal menor, aun en el hipotético caso de que se vaya a él de buena fe, es<br />

la parte de injusticia en la que ingenuamente se transige con el sistema de privilegios,<br />

en la <strong>espera</strong>nza de que éste deje libres otros campos donde realizar la justicia,<br />

pero que el sistema, como el león de la fábula, utiliza como palanca para<br />

agrandar y afianzar la injusticia.<br />

Y es que existe un enorme malentendido en la praxis social, porque no es<br />

desde la perspectiva del mal sino del bien, desde donde tiene solución la problemática<br />

económica, política y social. Ahora bien, el bien sólo se puede practicar<br />

(y proclamar) desde los últimos, desde los que no tienen otro título que exhibir que<br />

su desnuda condición de hombres. Estos, y sus necesidades, son el criterio de verdad<br />

y justicia. Lo demás es chalaneo de privilegiados, que siempre acaban empeorando<br />

las condiciones de vida de los últimos.<br />

Los legítimos protagonistas de toda transformación social son los pobres y<br />

los que a éstos se han convertido sin hipocresías ni paternalismos, y las tareas<br />

políticas más urgentes a realizar son: que los excluidos tomen conciencia de la<br />

situación en que se hallan, que encuentren su palabra y la digan frente a los poderosos,<br />

que se organicen desde sí mismos y hagan sentir su peso en las decisiones<br />

que les afectan y que vayan estableciendo a escala universal un mundo solidario.<br />

Mientras tanto, y simultáneamente, se impone el tiempo de la militancia, de<br />

la lucha desde el esfuerzo y el sacrificio, de la voluntad de no ser asumidos por el<br />

sistema de privilegios en que vivimos, de desvelar y debelar sus mentiras y falacias.<br />

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