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En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana

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fección en el despliegue de sus posibilidades individuales y sociales. Este conjunto<br />

de condiciones constituye el bien común, que, por supuesto, nada tiene que ver<br />

con la acumulación en manos del estado, como representante de la sociedad, de<br />

cantidades ingentes de bienes y servicios, aunque tampoco se opone a que la titularidad,<br />

e incluso la gestión, de determinados bienes y servicios, que en manos privadas<br />

se volverían contra otros ciudadanos o contra la sociedad misma, resida en<br />

ésta al nivel que sea preciso.<br />

Cualidad esencial, por tanto, del bien común, es la equidad. Propio de la<br />

naturaleza humana es que entre las personas se produzcan constantemente desniveles<br />

de todo tipo tanto individuales como sociales, bien por impreparación o<br />

falta de oportunidades de los más débiles bien por excesiva acumulación de determinados<br />

bienes en manos de pocos con el abuso de poder que tal posesión acarrea;<br />

desniveles que con harta frecuencia, como nos atestigua la historia, terminan<br />

en injusticias, violencias y muertes. La equidad exige que el ordenamiento<br />

jurídico nivele la vida social. Para ello, por una parte debe propiciar la promoción<br />

de los débiles haciéndoles justicia, por otra parte ha de destruir continuamente la<br />

prepotencia de los poderosos promoviéndoles así a la solidaridad, sin la que no<br />

son personas humanas.<br />

La equidad ha de moverse, cual fiel de la balanza, entre los dos polos de lo<br />

necesario y lo suficiente. Nadie debe tener menos de lo necesario para una vida<br />

digna; nadie debe hacer indigna la suya reteniendo más de lo suficiente, con lo<br />

que a otros priva de lo necesario.<br />

Ya sabemos que la equidad no es matemática y que admite variaciones situacionales,<br />

de responsabilidad, culturales, históricas, etc.; pero por ahí se ha de<br />

caminar si se quiere un ordenamiento legal justo. Porque la equidad, en este sentido,<br />

supera a la justicia. Lo que hoy puede ser justo, no lo es mañana cuando el<br />

progreso de la conciencia social y las posibilidades técnicas impulsan a una mayor<br />

igualdad entre los hombres.<br />

De ahí que nada haya más injusto que un ordenamiento jurídico cerrado a las<br />

exigencias actuales de la sociedad y de la historia, porque, entonces, desde la legalidad<br />

vigente puede mandarse en Europa al paro a 17 millones de personas, desde<br />

la legalidad financiera puede destruirse el sistema monetario de un país, desde la<br />

legalidad del comercio puede matarse de hambre a un tercio de la humanidad. La<br />

primera exigencia, por tanto, del bien común es cambiar el actual sistema jurídico<br />

nacional e internacional.<br />

La función de la autoridad política, o, lo que es lo mismo, de las personas<br />

legítimamente (ahora no entramos en el cómo de esa legitimidad) constituidas en<br />

autoridad sobre la sociedad, es la realización del bien común, fundamentalmente<br />

en dos vertientes: adecuación de la legislación a las exigencias actuales de la justicia<br />

y la equidad, misión de la autoridad legislativa, y conducción de la sociedad<br />

por el camino de la justicia y la equidad desde la legalidad, misión de la autoridad<br />

ejecutiva o gubernamental. (Dejamos al margen, por mejor seguir el hilo de nues-<br />

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