En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana
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Ésta es la herida que destruye a la persona: su ensimismamiento, su contemplarse<br />
sólo a sí mismo hasta extrañarse de que otros también existan y vivan,<br />
creerse él solo con derecho a la vida. De ahí que todo lo demás, personas y cosas,<br />
deben existir únicamente para él, y, por tanto, debe dominarlas o destruirlas si no<br />
puede lo primero. Toda violencia tiene aquí su origen.<br />
El pensamiento de cada cual puede que no llegue conscientemente a estos<br />
radicalismos, pero la conducta manifiesta en muchos que ésta es su realidad vital.<br />
**********<br />
Se impone, pues, como premio a todo, una pedagogía que eduque al hombre<br />
en la convivencia y le cure del miedo y el ensimismamiento. Algún elemento<br />
de esta pedagogía queremos apuntar aquí.<br />
<strong>En</strong> primer lugar hay que ayudar a todos a descubrir la propia menesterosidad,<br />
la real dependencia que tenemos unos de otros; para lo cual es buen camino<br />
la comunión en el dolor. ¡Oh, si vencedores y vencidos pusiesen en común su<br />
dolor, cómo descubrirían que se necesitan mutuamente! ¡Cuán fructífero sería el<br />
dolor compartido de serbios y kosovares, por ejemplo!<br />
Si los clásicos lo son por la perennidad de sus planteamientos, qué provechoso<br />
resulta leer el último canto de La Iliada y descubrir cómo Aquiles, matador<br />
de Héctor, necesita, para liberar su angustia por la muerte a manos de Héctor de<br />
su amigo Patroclo, devolver a Príamo el cadáver de su hijo Héctor. Descubre que<br />
no es ultrajando un cadáver como calma el dolor por el amigo, sino devolviéndoselo<br />
a su padre. Emociona comprobar cómo se hacen mutuamente conscientes<br />
del común dolor y abominan ambos de la guerra. No tiene sentido infligirse<br />
mutuamente dolor y sufrimiento, sino recomponernos por el perdón. Nada más<br />
creativo que el perdón. Es donación doble: da el ser y suprime la ofensa.<br />
<strong>En</strong> segundo lugar, cultivar la religiosidad, sentirnos ligados a Alguien (mucho<br />
mejor que a algo) que nos plenifica a todos y que nos abre a todos. Sin Dios tiene<br />
que resultar muy difícil arrepentirse de nada ni perdonar nada a nadie. Y sin perdón<br />
no hay vida, pues siempre hay alguien que nos ofende y a quien ofendemos.<br />
¡Ay, por eso, de las religiones cuyo Dios no religa sino que divide y separa!,<br />
porque entonces tal Dios ha devenido en ídolo sanguinario. <strong>En</strong> Dios nos abrimos<br />
todos a todos y, abriéndonos a todos, nos encontramos en Dios.<br />
Y este gozo, sin excluir el dolor; porque de curar una herida se trata: la de la<br />
cerrazón del hombre sobre sí mismo.<br />
Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persigue. Así seréis hijos<br />
de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace<br />
llover sobre justos e injustos. Si amáis sólo a los que os aman, ¿qué premio<br />
mereceréis?<br />
Un hombre así curado sí puede construir una sociedad solidaria, fraterna y<br />
libre.<br />
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