En vigilante espera - Acción Cultural Cristiana
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La política y el bien común<br />
La realidad política viene dada y exigida por la esencial dimensión social de<br />
la persona humana, que es y se construye con y de cara a otras personas. Esta,<br />
la persona humana, para su perfección, necesita una serie de agrupaciones particulares,<br />
tales, por ejemplo, como la familia, la empresa, el grupo de amigos, el<br />
colegio o la universidad, el club cultural o deportivo, la comunidad religiosa a que<br />
se adscribe, etc.<br />
A su vez, estas agrupaciones, más cercanas, diríamos, a la persona, requieren,<br />
para poder desarrollarse convenientemente y para que se den las condiciones<br />
necesarias para tal desarrollo, un conjunto de sociedades o agrupaciones más<br />
vastas, de carácter más universal o general, que las apoyen y provean de los<br />
medios de que solas no pueden disponer y que se ocupen de los bienes que son<br />
comunes al conjunto de las agrupaciones y de las personas, como podría ser mantener<br />
limpias las aguas de una cuenca fluvial o la creación de una universidad para<br />
el conjunto de una población.<br />
El conjunto de todas las agrupaciones humanas de un espacio territorial, o<br />
incluso del espacio mundial, debidamente armonizadas, ordenadas y estructuradas,<br />
de modo que sean soporte y apoyo las unas de las otras y se provea al mantenimiento<br />
y fortalecimiento de los bienes comunes a todos –el agua, la tierra y el<br />
aire, sin ir más lejos, tan necesarios y próximos a la vida humana y tan maltratados<br />
sin embargo– constituye la sociedad política en sentido estricto.<br />
Esta sociedad política, para que se la pueda considerar tal, debe estar regulada,<br />
sometida a normas o leyes que, para que sean justas, para que se ajusten a<br />
derecho, han de mirar a salvaguardar siempre en todos los ámbitos la responsabilidad<br />
de toda persona en el ejercicio de sus deberes y derechos y, asimismo, a<br />
que ninguna institución de mayor ámbito suplante las funciones de las más próximas<br />
a la persona humana. De ahí también que, de alguna manera, en la elaboración<br />
del ordenamiento jurídico han de participar responsablemente todas las personas<br />
y han de ser oídas y tenidas en cuenta las agrupaciones, asociaciones o<br />
instituciones en que la vida de las personas está comprometida. Hacerlo de otro<br />
modo es dar la primacía a la estructura sobre la persona, lo cual resulta éticamente<br />
inadmisible.<br />
Consecuentemente, todo el ordenamiento jurídico deberá estar orientado no<br />
a regular toda la vida de las personas sino a la creación de un conjunto de condiciones<br />
que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su per-<br />
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