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Independientemente de las valoraciones estéticas, este recurso narrativo
tiene toda la lógica argumentativa: primero aparece el drama humano real (las
imágenes cedidas) que consigue captar la atención por su emotividad y
provocar credibilidad por su realismo; a continuación los protagonistas de este
tipo de historias hablan de sus problemas con sus casas (se provoca empatía)
y, a modo de resumen, aparece el cartel final donde el fondo es también el
“fondo” del reportaje, el conflicto fotografiable (las viviendas) y, sobre él, a
modo de presentación de los personajes, las fotos de los cuatro protagonistas,
de las cuatro “vidas hipotecadas” (título que se sobreimprime a continuación).
Este sumario constituye un ejemplo de coherencia entre la forma y el fondo.
El único programa que carece de sumario es 30 minuts, donde se
recurre a la forma más clásica de introducir un reportaje: la presentación desde
plató, en plano medio y con un fondo neutro de croma-key (donde sólo se
destaca el título del programa). Al partir de un plató, el discurso audiovisual es
muy visible y nos posicionaría ante un modelo reflexivo de representación de la
realidad, como definiría Nichols. La introducción la protagoniza un presentador
con criterio de autoridad por su larga trayectoria televisiva en ese programa o
en ese mismo tipo de espacios informativos. En este caso concreto, se trata de
Joan Salvat que, con una locución paradigmática de los Informativos de TV3 y
una indumentaria clásica y formal (traje de chaqueta y corbata), cumple los
cánones del convencionalismo de “presentador serio y creíble”. Sólo por la
estética de esta entrada ya podemos deducir que el programa se dirige a un
público adulto. En un minuto y casi sin pestañear, Joan Salvat introduce el
tema del reportaje (los problemas de la vivienda) con cantidad de datos
objetivos y sin ningún tipo de referencia humana o implicación emocional. Nos
situamos ya ante un reportaje donde se prima el grado de conocimiento al
grado de subjetividad.
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