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andres holguin antologia crítica de la poesia colombiana

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sugiere, musita. Poesía hecha <strong>de</strong> insinuaciones, músicas recónditas, matices<br />

impresionistas, toques mágicos. Allí hay "ángel", hay "duen<strong>de</strong>", hay hechizo.<br />

La paradoja es esta: Castillo mismo se creía un mo<strong>de</strong>sto discípulo <strong>de</strong>l autor<br />

<strong>de</strong> "Ritos". Valencia, familiar suyo, dieciséis años mayor, lo protege, lo guía, lo<br />

opaca también. El, Castillo, es un oscuro periodista (solo hizo estudios <strong>de</strong><br />

primaria en el colegio San Luis Gonzaga <strong>de</strong> Zipaquirá), noctámbulo,<br />

<strong>de</strong>sconocido, que, gusta <strong>de</strong> pasar discreto y solitario por <strong>la</strong> vida. Es, a<strong>de</strong>más, un<br />

bohemio, imantado por el alcohol, <strong>la</strong>s drogas, los amaneceres bogotanos. Jamás<br />

pensará en intervenir en política, o en ocupar cargos públicos. Valencia es todo<br />

lo contrario. Orador, político, dos veces candidato a <strong>la</strong> presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

república, congresista, polemista, hombre <strong>de</strong> salón, conversador,<br />

internacionalista. El contraste entre los dos poetas no pue<strong>de</strong> ser más violento.<br />

Castillo parece cultivar sus gustos literarios a <strong>la</strong> sombra <strong>de</strong> ese ser maravilloso,<br />

soberbio y múltiple, que es el maestro por excelencia. Castillo circu<strong>la</strong>, tímido y<br />

ensimismado, por cafés, bares y sitios equívocos. Recuerdo haberlo visto - en mi<br />

niñez - en <strong>la</strong>s calles y tranvías <strong>de</strong> <strong>la</strong> capital, envuelto en su <strong>la</strong>rga capa negra, con<br />

su nariz aguileña semejante al <strong>de</strong>smedido pico <strong>de</strong> un pájaro, los ojos abstraídos<br />

en quién sabe qué sueño o reminiscencia.<br />

Ahora - contemp<strong>la</strong>dos a <strong>la</strong> distancia-, Valencia y Castillo han cambiado<br />

mucho. Aquel se ha <strong>de</strong>svalorizado. Castillo perdura. El tiempo opera en sentido<br />

<strong>de</strong>sfavorable con el uno y favorable con el otro. Borges dice que el mejor<br />

antologista es el tiempo. Es cierto. El tiempo-antologista transmuta los valores.<br />

Aunque Castillo perdura, muchos <strong>de</strong> sus poemas parecen hoy fruto <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ntismo finisecu<strong>la</strong>r, un tanto pasado <strong>de</strong> moda. Algunos rozan <strong>la</strong> zona <strong>de</strong> lo<br />

cursi. Y su gracia poética y su finura en <strong>la</strong> versificación limitan, frecuentemente,<br />

con el artificio. Pero, <strong>de</strong> otro <strong>la</strong>do, hay sonetos suyos <strong>de</strong> incuestionable encanto<br />

lírico.<br />

Así, es casi increible - y sería increíble sobre todo para ellos dos-, pero <strong>la</strong><br />

poesía <strong>de</strong> Castillo tiene hoy más vigencia, más frescura, que <strong>la</strong> <strong>de</strong> su célebre<br />

maestro. Valencia conoció "El árbol que canta", lo gustó, lo admiró; pero habría<br />

sonreído entre <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa y benevo<strong>la</strong>mente al pensar que ese pequeño volumen<br />

pudiera compararse más tar<strong>de</strong> con "Ritos", y los intimistas sonetos <strong>de</strong> su<br />

pariente bohemio con los grandiosos cuadros <strong>de</strong> "Cigüeñas b<strong>la</strong>ncas", "Anarkos"<br />

o "San Antonio y el Centauro". Y, sin embargo, <strong>la</strong> comparación no solo no es<br />

<strong>de</strong>sproporcionada hoy, sino que resulta muy favorable al tímido discípulo. Los<br />

sonetos <strong>de</strong> Castillo conservan su aire poético, su aroma inconfundible. No se<br />

marchitan, al menos muchos <strong>de</strong> ellos. Los "frescos" <strong>de</strong> Valencia se han<br />

<strong>de</strong>scolorido, como los <strong>de</strong> Pompeya.

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