La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
González Urbina se despidió de don Tino seguro de que gente del pueblo estaba<br />
dispuesta a combatir si encontraba quien o quienes asumieran la dirección de la lucha.<br />
Don Tino resolvió visitar algunos reservistas que había constatado en caseríos cercanos<br />
y regresó a San Francisco veinticuatro horas más tarde. Cuando arribó a su centro de<br />
operaciones, su utopía se había derrumbado. Sorprendido por la comisión de la Guardia<br />
Nacional que había tomado la Alcaldía, fue detenido. Por clamor del pueblo que lo<br />
quería, recibió un trato especial, no fue vejado, pero si vigilado. Impotente para<br />
defender su utopía se acordó de Leonardito Hernández, el maestro que le había<br />
pronosticado el fin de su gran sueño.<br />
Mientras don Tino recordaba las lecciones de su amigo el maestro, González<br />
Urbina había logrado escapar, porque cuando regresó a la Prefectura encontró esta<br />
prácticamente tomada por la gente del pueblo que le respaldaba pero que había sido<br />
convencida por varias personas influyentes de que no hicieran resistencia, porque serían<br />
masacradas, y que era conveniente organizar la resistencia por otros métodos de lucha.<br />
En el mismo calabozo que ocupara don Tino durante algunos días, antes de ser<br />
rescatado por petición del pueblo, fue encerrado Leonardito Hernández, quien al<br />
encontrarse frente a su viejo amigo, le expresó:<br />
-En <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>, don Tino, no pueden convivir el latifundio y la democracia.<br />
Si salimos con vida no se olvide de esta gran lección.<br />
-Siempre creía que tendríamos tiempo para aplicar la ley, para hacer la reforma<br />
agraria. Por lo visto el latifundio seguirá incólume por tiempo indefinido, si no hay<br />
reacción de los campesinos.<br />
-En las condiciones actuales, don Tino, los campesinos serán duramente<br />
reprimidos y no tienen organización ni conciencia para insurgir contra el latifundio.<br />
-Afortunadamente, Leonardito, tu eres un hombre joven y puedes esperar que en<br />
<strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong> se restituya la libertad. Yo a mi edad quizás no vuelva a verla reflejarse<br />
en la cara de los más humildes.<br />
Don Tino ya era un hombre viejo, desde hacía algún tiempo lo aquejaba una<br />
afección cardiaca, que se agravaría con el impacto que en él produjo la liquidación de<br />
su utopía. Mientras estuvo detenido se le observó muy sereno, meditando en lo que<br />
podía sobrevenirle a los habitantes de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong> que le habían manifestado su<br />
respaldo. Lo animaba el haber servido a todos sin distinción, y la presencia de<br />
Leonardo Hernández, en quien veía encarnar el futuro de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>.<br />
-Lo lamentable, don Tino, es que hay que señalar que usted es corresponsable<br />
del desbordamiento de los incitadores contra el orden. A ese Padre Collazos no se le ha<br />
debido permitir que continuara en <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>, llamando a desconocer su autoridad.<br />
-Yo estuve decidido a detenerlo, pero me contuvo la creencia de que el tenía<br />
derecho a expresar libremente su pensamiento. Lo más grave, Leonardito, no es que<br />
haya utilizado el púlpito para llamar a la desobediencia de las leyes, sino que se<br />
dedicara a conspirar amparado en su condición de cura.<br />
123