La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
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-No siga, don Tino, que nos van a descubrir.<br />
-Esta gente es flor fina, Leonardito.<br />
-Ud., don Tino sigue siendo un utópico y yo un ingenuo, que además de no poder<br />
convencerlo a usted de que comete un error comprometiendo gente a quien no podrá<br />
armar, lo sigo por todas partes.<br />
Esta vez don Tino atendió la sugerencia de Leonardito. Regresaron por la tarde a<br />
San Francisco. Don Tino pasó por la estafeta, una casa donde deberían llegar los<br />
mensajes de González Urbina. No había llegado correspondencia alguna. Cuando<br />
entraron al corredor de su casa se llevó las manos al pecho. Atacado por un fuerte dolor<br />
se desplomó. Leonardito lo atendió y con la ayuda de algunos familiares logró acostarlo<br />
en su cama. Allí permanecería hasta el fin de sus días.<br />
Leonardito salió presuroso a buscar un sedante. No había médico en el pueblo. <strong>La</strong><br />
enfermera diagnosticó que podía ser un infarto y recomendó que no se moviera de su<br />
cama. A las pocas horas de difundirse la noticia de la enfermedad de don Tino, todo el<br />
pueblo de San Francisco y otros habitantes de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong> se congregaron en la casa<br />
del enfermo. Hombres y mujeres, ancianos y niños, se acercaron a preguntar por su<br />
salud. Experimentaba algunas mejorías transitorias, pero no pudo levantarse. El infarto<br />
le repitió, aunque la segunda vez no fue mortal. Como en los grandes acontecimientos<br />
que sucedían en <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>, San Francisco se paralizó por varios días. Los negocios<br />
cerraron sus puertas y las casas sus ventanas. Durante la enfermedad de don Tino no<br />
había en el pueblo nada importante qué hacer. Los creyentes rezaban por su salud. El<br />
Padre Collazos fue prácticamente obligado a pedir desde el pulpito “la misericordia del<br />
señor” para salvarle la vida.<br />
-Ud. no puede negarse, Padre, a implorar la bendición de Dios a favor de don<br />
Tino.<br />
-No se olvide, Víctor Manuel, que don Tino formó parte de un régimen enemigo<br />
de la Iglesia Católica.<br />
-Don Tino siempre fue un buen cristiano.<br />
-Pero Ud. mismo decía que don Tino se haría protestante.<br />
-Por culpa suya, Padre.<br />
-¡Ud. quiere que yo le sirva al comunismo!<br />
-Usted debe servirle a Dios acordándose de los humildes, como lo hizo Cristo. Y<br />
don Tino es un hombre humilde.<br />
El Padre Collazos se sintió nuevamente acorralado. Pensó que Víctor Manuel<br />
podía ser el sacerdote de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>. Atormentado por las contradicciones que le<br />
creaban su pensamiento político y su magisterio religioso, expresó:<br />
-Ud. debería ser el cura de San Francisco, pero como no puede serlo, yo lo voy a<br />
complacer. Mañana voy a orar especialmente por la salvación de don Tino. ¿Qué quiere<br />
que haga después?<br />
-¡Confesarlo!<br />
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