La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
DURANTE el periodo agónico de don Tino el éxodo rural adquirió un auge<br />
inusitado. Autobuses salían llenos de personas, familias enteras, y regresaban vacíos.<br />
Estos eran viajes casi diarios que contribuyeron a la ruina de la agricultura y a la<br />
quiebra de los pequeños y medianos establecimientos comerciales que existían en la<br />
región. Los comerciantes no tenían estadísticas, pero la disminución de sus clientelas y<br />
de sus ventas diarias, y en especial la imposibilidad de cobrar las cuentas pendientes, le<br />
servían de indicador de la bancarrota en que habían comenzado a deslizarse sin<br />
posibilidades de detenerse.<br />
-El único negocio que se puede hacer ahorita es vender, Víctor Manuel.<br />
-Lo difícil es encontrar quien compre, don Jacobo.<br />
Víctor Manuel y Jacobo Mendoza conversaban en las afueras de la casa de don<br />
Tino. El tema volvía a centrarse en la penuria económica de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong> y en la<br />
migración de sus habitantes, campos cubiertos por la vegetación de todo tipo, en los<br />
cuales pastaba ganado, se cosechaban productos para el consumo de los lugareños y<br />
para su venta fuera de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>, se iba convirtiendo en un semidesierto en lo cual<br />
solo los chivos podían subsistir. <strong>La</strong> escasez de agua en los periodos de sequía<br />
provocaba la desesperación de la gente. <strong>La</strong> emigración se acentuaba. <strong>La</strong> sed fue tratada<br />
de colmar con la instalación de un molino propulsado por el viento, pero el agua que<br />
éste llegó a extraer estaba cargaba de salinidad que la inhabilitaba para el consumo<br />
humano y hasta para regar los jardines.<br />
Mientras conversaban Víctor Manuel Arapé y Jacobo Mendoza llegó Leonardito<br />
Hernández, saludó y siguió hasta el cuarto de don Tino a quien trató de animar:<br />
-Prepárese, don Tino, muy pronto emprenderemos la batalla final, la gran batalla<br />
que nos llevara al triunfo.<br />
-Yo ya cumplí mi misión, Leonardito. Ya no le temo a la muerte. Por primera<br />
vez he sentido deseos de morirme cuanto antes. No quiero seguir viendo infinidad de<br />
personas que vienen a visitarme, en cierto modo a consolarme, pero que están en peores<br />
condiciones que la mía. Esa gente que no morirá todavía, pero serían más felices si se<br />
murieran, después de sentirse libres y con derechos iguales a los demás, han vuelto a la<br />
esclavitud o peor que eso, soportar los abusos de Macario Pérez.<br />
150