La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
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-Ese sitio lo tenemos cercado. Cuando aclare más comenzará el bombardeo. Si no<br />
encontramos a nadie allí, te vamos a escoñetar. Métanlo en un calabozo. Nada de<br />
comida ni de agua hasta que terminemos o yo ordene otra cosa.<br />
Juan Vicente Vásquez fue encerrado en una jaula de hierro. No tenía hambre. No<br />
tenía sed. No había comenzado a sentir los rigores de la tortura y a lo mejor no los<br />
sentiría. Pero ¿qué va a pasar cuando terminen de rastrear el cerro de Los Apamates?<br />
Allí no encontraran a nadie. Estaba seguro. Lo escoñetarían por orden del Coronel<br />
Parra. Comenzaría el suplicio y comenzaría su verdadera vida. ¿Hasta dónde llegaría?<br />
Juan Vásquez no sabría contestar. ¿Cuando comenzará a actuar eso que llama el<br />
Coronel Parra la Comisión de los Derechos Humanos?<br />
Ya Juan Vásquez no podía dar ninguna información, ya no sabía hacia donde se<br />
habían dirigido los guerrilleros. Pedrito González había cambiado de rumbo por<br />
órdenes de Leonardo Hernández.<br />
-El bombardeo y el rastreo del cerro Los Apamates terminó entre las cuatro y las<br />
cinco de la tarde. Fue ocupado el campamento que habían utilizado los guerrilleros.<br />
Pero éstos ya ascendían a un lugar más o menos distante.<br />
Durante la noche, Juan Vicente Vásquez fue llevado a la “Carpa de la Verdad”,<br />
para ser interrogado por la “Comisión de los Derechos Humanos” del Coronel Parra.<br />
Éste en persona dirigió el interrogatorio. El viejo Vásquez repitió las respuestas que<br />
antes había dado. A pesar de los golpes, patadas y corrientazos eléctricos que el propio<br />
Parra le propinara, repitió sus primeras respuestas. A la media noche el Coronel Parra<br />
se retiró y le ordenó a un Teniente que vigilara el interrogatorio y le pusiera fin cuando<br />
lo considerara prudente. Éste lo suspendió inmediatamente.<br />
-No más golpes, viejo. Mañana recorreremos parte de la zona. Su colaboración<br />
puede ser interesante.<br />
Juan Vicente Vásquez no pudo dormir en la madrugada. Le dolía todo el cuerpo.<br />
Tampoco pudo caminar más de dos kilómetros como guía del Ejército. Se desmayó y<br />
vomitó la única comida que había ingerido en las últimas cuarenta y ocho horas. Su<br />
salud se resintió y el Teniente Pineda prohibió que lo continuaran torturando. El<br />
Coronel Parra había salido del lugar y todo quedó bajo su jurisdicción. Y esto, lo salvó.<br />
Leonardo y su grupo fueron localizados nuevamente por los helicópteros y por la<br />
denuncia de algunos campesinos que aterrorizados por la violencia de la tropa y ajenos<br />
a la pugnacidad política respaldaban indistintamente a guerrilleros y al Ejército para no<br />
correr el riesgo de la represión que provocaban los primeros y ejecutaba el segundo.<br />
Esta vez el cerco fue definitivo. Sus hombres estaban extenuados por las largas<br />
marchas y por la falta de alimentos. <strong>La</strong> presencia de Georgina era un verdadero acicate.<br />
Nadie se quejaba. Todos permanecían de pie. Pero sin base social, sin contactos con el<br />
mundo exterior a la guerrilla y a veces sin guía alguno, porque Pedrito González fue<br />
atacado por una rara afección en el pecho que se manifestaba con un profundo dolor.<br />
En un examen médico que le había mandado a realizar Lino Coronel hacía unos<br />
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