15.05.2013 Views

La Otra Banda (1978)

La Otra Banda (1978)

La Otra Banda (1978)

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Hernández continuó solo, sobre su mula, azotado su pensamiento por el conflicto<br />

interno que le producía su impotencia para hacer respetar lo que consideraba sus<br />

legítimos derechos.<br />

Si decido vender, el único que me puede comprar es Víctor Manuel. Pero le echo<br />

la vaina a él y yo quedo como un gran cobarde, como decía el Dr. Riera, como un<br />

hablador de pendejadas. Además, ya resolví no volver a conversar con el Jefe Civil del<br />

Distrito, aunque todavía estoy a tiempo de regresarme. ¿Por qué coño me voy a<br />

regresar? Casimiro León debe estar de parte de Siriaco, “un hombre muy honrado”.<br />

De las manos de Leonardo Hernández desaparecieron las riendas de su<br />

cabalgadura y las colocó en el pico de la silla de montar. Por largo rato la mula<br />

caminaba sin conducción alguna, aunque seguía en la vía correcta que lo conduciría a<br />

San Francisco. Hernández nunca había tomado la decisión de matar a alguien. Y eso le<br />

atormentaba. <strong>La</strong> vez que tuvo que matar al caporal de la hacienda donde trabajaba,<br />

siendo todavía un muchacho, lo hizo sin pensarlo y actuó en defensa propia. Mientras<br />

conversaba con el Dr. José Antonio Riera pasó por su mente la idea de matar a Abrahán<br />

Siriaco y hasta le habló de que a lo mejor necesitaría sus servicios de abogado, aunque<br />

después rectificó sosteniendo que lo haría tan perfecto que no necesitaría defensa. Por<br />

primera vez comprendió que no estaba seguro de lo que se proponía hacer. <strong>La</strong><br />

prudencia que muchas veces le recomendara su amigo Víctor Manuel Arapé y las<br />

incitaciones que envolvían las palabras del Dr. José Antonio Riera, lo sumergían en un<br />

océano de contradicciones y de dudas. Así anduvo en su mula por tiempo indefinido.<br />

Cuando vio el campanario de la Iglesia de San Francisco resolvió entrevistarse con<br />

Macario Pérez. Asió firmemente en sus manos las riendas de su mula, apresuró el paso<br />

de la misma y se dirigió directamente a la Jefatura Civil. Al bajar de la mula lo recibió,<br />

muy afable, Luisito Cortés –el secretario- y lo condujo al despacho del Jefe Civil. Este<br />

se sorprendió, porque Luisito no tuvo tiempo de anunciarlo.<br />

-Don Macario –dijo Luisito visiblemente nervioso- aquí está el señor Hernández<br />

que quiere hablar urgentemente con Usted.<br />

-Pase adelante, puede sentare.<br />

Leonardo Hernández no se sentó. De pie, le expresó:<br />

-Le vengo a informar que voy a matar a Abrahán Siriaco. Y como usted es<br />

autoridad, vea a ver si lo puede impedir.<br />

Luisito salió corriendo y en cada casa anunciaba algo distinto. En unas decía:<br />

“Van a matar a Siriaco” y en otras: “Van a matar a don Macario”. Ante la confusión la<br />

gente cerraba puertas y ventanas de casas y negocios. El único que le preguntó que<br />

quién lo iba a matar, fue Víctor Manuel: “¡don Leonardo Hernández!”. Ante la<br />

respuesta, Arapé decidió encontrar a su cuñado. Cerró el negocio y caminó en dirección<br />

a la Jefatura Civil.<br />

Macario Pérez no encontraba qué decir ni qué hacer ante la sorpresiva actitud de<br />

198

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!