15.05.2013 Views

La Otra Banda (1978)

La Otra Banda (1978)

La Otra Banda (1978)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

SERÍAN las seis de la mañana cuando Leonardo Hernández se disponía a montar<br />

su cabalgadura para iniciar un nuevo viaje a comprar unos trescientos novillos, según<br />

los planes que se había trazado para hacerse del dinero que requerían sus objetivos<br />

matrimoniales. Antes de montar en su mula recibió simultáneamente a Rosa Amelia<br />

que le servía café negro en una taza humeante y a don Víctor de Jesús Arapé que traía<br />

en sus manos una paca de billetes y una mochila con monedas de plata. Hernández<br />

tomó la taza de café en sus manos y por primera vez en su vida sintió miedo de sólo<br />

existir. De un solo trago ingirió la taza de café. No sintió el calor de la bebida. Don<br />

Víctor de Jesús lo sacó de la situación aparentemente embarazosa en que se<br />

encontraba. Recibió la taza, se la extendió a Rosa Amelia y se volteó para decirle:<br />

-Aquí esta el dinero de los cuarenta y cinco mautes y dos mil pesos más para que<br />

me traiga doscientos novillos en su próximo viaje.<br />

Leonardo no pudo mirar a Rosa Amelia. <strong>La</strong> presencia de Arapé lo sustrajo de su<br />

mundo confuso e ilusorio que le creaba la hija de su protector y amigo. Volvería a<br />

internarse en las montañas de Falcón, región que conocía perfectamente. Hacia dos días<br />

que había despachado a sus peones para que le esperaran en una de las haciendas donde<br />

compraría parte del ganado. Prefería viajar solo. Con ello aumentaba la aureola que<br />

cubría su nombre, de cierta leyenda que lo hacía inmune a ataques o emboscadas. Por<br />

momentos pensó en la posible compañía de Rosa Amelia. No sintió miedo sino<br />

vergüenza. Rosa Amelia y todas las mujeres deben estar en la casa y el hombre debe<br />

afrontar todos los riesgos. Recobró su habitual serenidad espiritual y su rectitud física.<br />

Le extendió la mano a don Víctor, y éste le expresó:<br />

-Ud. no debe ir solo. Lleva mucho dinero encima...<br />

-También llevo revólver, don Víctor. No se preocupe, tigre no come tigre.<br />

Se reía y dejaba ver sus dientes que parecían afilados con una lima y aún<br />

conservados intactos. Con las alforjas de la silla de montar rebosantes de dinero, una<br />

larga peinilla que colgaba paralela a la pierna izquierda y un revólver Smith Wesson,<br />

calibre 38, en la cintura, cubrió la primera parte de su itinerario e hizo escala en<br />

Altagracia. Lo recibió en su casa Cupertino Saldivia, animador de todas las fiestas que<br />

allí se realizaban en el villorrio y defensor incansable del patrimonio político de su<br />

42

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!