La Otra Banda (1978)
La Otra Banda (1978)
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dejar con ustedes a un ilustre abogado de la República, que ha dedicado toda su vida a<br />
defender la propiedad de la gente honorable, a defender la religión católica y la<br />
integridad de la familia. Después que ustedes le oigan se darán cuenta de que es<br />
necesario un cambio político en <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>. Con ustedes el Dr. Ely Lozada.<br />
-San franciscanos: la religión católica, la familia y la propiedad privada, dones de<br />
la providencia, están amenazadas por este desgobierno de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong>. Nunca a esta<br />
tierra había llegado una plaga tan funesta como estos agentes del comunismo<br />
internacional, enemigos de la propiedad privada, que quieren quitarle lo que tiene el<br />
que ha trabajado toda su vida, para dárselo a una cuerda de zánganos, que nunca han<br />
querido trabajar. Voy a ponerles un ejemplo, porque la <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong> es una de las<br />
regiones más perjudicadas por estos enemigos de lo ajeno. Uds. tienen que haber<br />
conocido a don Abrahán Siriaco, un hombre muy católico, casi un santo, que trabajó<br />
durante toda su vida, que levantó una familia honorable, que casi se arruina haciéndole<br />
bien al prójimo. Pues, a gente como Abrahán Siriaco y a su familia que heredó sus<br />
riquezas, la quieren despojar de su legítima propiedad. Un tal Lino Coronel dirige un<br />
grupo de bandoleros que ya han comenzado a cogerse las tierras de la sucesión de don<br />
Abrahán. Si no acabamos con esta plaga, lo que viene será mucho más trágico.<br />
El orador iba a continuar, pero le advirtieron que había caído una piedra cerca del<br />
carro. Luego cayó otra piedra que rompió el parabrisas. No pudo seguir hablando, le<br />
cayó una lluvia de piedras que apenas les dio tiempo de encender el motor y salir a toda<br />
velocidad del casco del pueblo.<br />
Don Tino Sivira hacía esfuerzos para contener la furia que se había apoderado de<br />
la mayoría de los que escuchaban desde sus casas las palabras del Dr. Losada. En<br />
principio le oían con atención, pero cuando mencionó a Abrahán Siriaco, recordaron los<br />
atropellos que sufrieron centenares de personas por los abusos del latifundista que<br />
había cometido varios crímenes para poder amasar su fortuna.<br />
Ya era de noche. <strong>La</strong> oscuridad facilitó la huída a los visitantes, que encabezados<br />
por el Dr. Lozada montaron una tribuna para defender a Siriaco y atacar la utopía de<br />
don Tino. Los salvó la intervención de don Tino, quien enfrentó a algunas personas<br />
habían comenzado a armarse con objetos más contundentes que las piedras. Su actitud<br />
enérgica y oportuna contribuyó a evitar un hecho de sangre al practicar varias<br />
detenciones. Una vez calmados los ánimos los puso en libertad, después de darles una<br />
arenga de acuerdo con sus convicciones:<br />
-Los voy a poner en libertad, porque es la primera vez que cometen una falta a la<br />
ley y al orden. En <strong>La</strong> <strong>Otra</strong> <strong>Banda</strong> tienen derecho a exponer sus ideas todas las personas<br />
naturales de acá o que vengan de visita. Tienen que controlar sus instintos agresivos. Si<br />
creen que alguien puede decir cosas con las cuales no están de acuerdo, pues no los<br />
oigan ni desde sus casas.<br />
-Nosotros oímos sin protestar todo lo que dijeron en contra del gobierno suyo,<br />
don Tino, y estábamos en desacuerdo. Lo que no pudimos tolerar fue lo de Siriaco. Ud.<br />
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