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La Otra Banda (1978)

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primera mujer que aquel había incorporado a su harén medieval. Pero que ella también<br />

atribuía a su misma condición de ser la primera en el tiempo.<br />

<strong>La</strong> dirección de la casa y el poder de decisión cuando no estaba Siriaco, le<br />

correspondía a ella. <strong>La</strong> norma que el dueño de El Escondite impuso a sus mujeres de<br />

refugiarse en sus habitaciones cuando él llegaba, con la excepción de Esmeralda,<br />

constituía para ésta un privilegio y una humillación a la vez. Un privilegio, porque<br />

Héctor Siriaco podía quedarse esa noche con ella y hasta ser atendido en la comida.<br />

Pero de pronto se tornaba en una humillación, cuando Siriaco le ordenaba: “¡Llámame<br />

a Inesita!”, o cualquier otra de sus amantes.<br />

Sin embargo, no todo era una forma exterior que revestía una conducta primitiva,<br />

Héctor Siriaco y Esmeralda llegaron a complementarse y en momentos cruciales se<br />

sentían identificados. <strong>La</strong>s grandes debilidades que en el fondo de alma afectaban a<br />

Siriaco, sólo se refugiaban en la fortaleza espiritual que caracterizaba a Esmeralda,<br />

cuando tenía que afrontar alguna dificultad. Mientras Siriaco sucumbía ante los<br />

conflictos que le generaban sus aberraciones, Esmeralda se elevaba por sobre su<br />

inocencia, enfrentando la vida con una entereza que no la doblegaba ni siquiera ante el<br />

peligro de muerte.<br />

El dominio físico y brutal que ejercía Héctor Siriaco sobre ella, desaparecía<br />

precipitadamente cuando su monstruosidad mental daba paso transitoriamente a cierta<br />

lucidez elemental. Fue eso lo que lo indujo a abrazarse a Esmeralda cuando observó<br />

que las botas de su pantalón sí habían sido recortadas por ella. No sospechó que una<br />

increíble enfermedad comenzaría a torturarlo con mayor crueldad que la que empleó<br />

para someter a sus bárbaros designios a varias criaturas que bordeaban los límites de la<br />

adolescencia.<br />

Esmeralda volvió a recortar los pantalones. También tuvo que recortar las mangas<br />

de las camisas, ante la paulatina contracción del organismo de su amo. El brujo Agapito<br />

montó innumerables ceremonias impulsado por la superstición, pero Siriaco cada día se<br />

empequeñecía más. Alarmada, Esmeralda hizo llamar a los hermanos Francisco<br />

Antonio y Camilo.<br />

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