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La Otra Banda (1978)

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UNOS DOSCIENTOS jinetes –grandes, medianos y pequeños ganaderos de la<br />

región –desfilaban por la calle principal de San Francisco en vísperas de celebrarse las<br />

fiestas patronales en honor a San Isidro <strong>La</strong>brador, el santo de los agricultores y a quien<br />

los sanfranciscanos rinden culto todos los años en solicitud de agua para las<br />

sementeras. En mayo generalmente llueve en el villorrioo y sus alrededores. Este año<br />

llegó primero una lluvia de polvo que levantaban los cascos de los caballos que<br />

circulaban de arriba abajo y viceversa por la larga calle del pueblo. Cuando hacían su<br />

entrada desde diferentes lugares, destacaba la figura de Leonardo Hernández, con mula<br />

y caballo. <strong>La</strong> mula, por su resistencia, cumplía la larga jornada de transporte hasta las<br />

cuatro de la tarde, cuando Leonardo Hernández subía a su caballo y se dirigía a la<br />

manga de coleo a disputarle a los más jóvenes la batida de los mejores toros de <strong>La</strong> <strong>Otra</strong><br />

<strong>Banda</strong>. Hernández era el único hombre de edad madura –frisaba los cuarenta años- que<br />

aún practicaba el peligroso deporte de colear toros, y generalmente era el que más<br />

trofeos obtenía. Para los hombres de su edad o mayores –que todavía pudieran<br />

sostenerse sobre un caballo- se practicaba otro deporte: coger cintas de tela<br />

levantándose sobre los estribos, convenientemente acortados, de la montura de los<br />

caballos. <strong>La</strong>s cintas de diversos colores y con los nombres de las muchachas más<br />

hermosas del pueblo y caseríos vecinos, permanecían atadas a un cordel elevado a la<br />

altura del jinete, pero que lo levantaban cuando uno o varios de ellos se acercaban<br />

sobre su cabalgadura. En este instante el jinete tenía que levantarse sobre estribos para<br />

poder alcanzar las cintas. Este deporte aparentemente más fácil, requería cierto<br />

equilibrio y piernas firmes del jinete. Eran muchos los barrigones que querían dársela<br />

de conquistadores, que perdían el equilibrio y rodaban peligrosamente por el suelo.<br />

Pero el más temerario de los deportes era colear toros, pues aquí se jugaba la vida del<br />

jinete y del caballo.<br />

Leonardo Hernández participó en los dos deportes. A los pocos minutos las<br />

mangas de su liquilique estaban colmadas de cintas, ganadas al derribar varios toros o<br />

desprendidas de los cordeles, prácticamente parado sobre su silla de montar y en plena<br />

carrera de su caballo.<br />

Después de lo toros coleados se celebraban bailes en diferentes casas del pueblo.<br />

Se bailaba hasta altas horas de la madrugada y eran pocas las muchachas que<br />

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