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La Otra Banda (1978)

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uniformidad a los planteamientos de los oradores. Los comentarios generales se hacían<br />

después de la asamblea. Todos permanecían inmersos en lo que decían los tribunos.<br />

-Yo voy a referirme al problema de la reforma agraria y a responder a las<br />

interrogantes planteadas por Leonardo Hernández. -comenzó diciendo en su<br />

intervención Lino Coronel. -Si no rompemos el latifundio no resolveremos el problema<br />

fundamental del campesino. Por eso hay que realizar una profunda reforma agraria,<br />

que dote al campesino de su parcela de tierra y de ayuda crediticia. Y eso lo vamos a<br />

realizar. Tengan ustedes la seguridad de que no habrá fuerzas enemigas capaces de<br />

impedirlo.<br />

-¿Que por qué no expropiamos los latifundios? se preguntaba nuestro amigo<br />

Leonardito Hernández. <strong>La</strong> respuesta es muy sencilla: porque estamos esperando que se<br />

apruebe la Ley de la Reforma Agraria, para evitar que la violencia se apodere de<br />

nuestros campos. Pero es bueno que se sepa que si no se cumple la reforma agraria, si<br />

se oponen los latifundistas, ocuparemos por la fuerza los latifundios. ¿Con qué armas se<br />

preguntaba Leonardito Hernández? Pues yo le quiero contestar que las armas de la<br />

Republica están en nuestras manos y si alguien quiere utilizarlas contra el pueblo, se las<br />

arrebataremos y haremos la revolución.<br />

Lino Coronel no creía mucho en lo que decía públicamente. Por eso estimulaba a<br />

los campesinos a que invadieran <strong>La</strong> Siriaquera, lo que parcialmente logró después de<br />

realizar varias visitas a esa zona campesina.<br />

-Finalmente quiero decirles que se acabó el miedo. Los que están acobardados<br />

son otros, los que antes explotaban a los humildes. Ahora los pobres caminamos por las<br />

trochas de la revolución, y al que se atraviese, si es amigo le damos el brazo, pero si es<br />

enemigo, le damos con la chancleta.<br />

Centenares campesinos aplaudían a Coronel y volvían a levantar machetes y<br />

garrotes en demostración de apoyo a las palabras finales del orador.<br />

En medio de vítores y aplausos subió a la tribuna el Dr. Pedro Santeliz, médico<br />

nativo de San Francisco, invitado especialmente para que participara en la primera<br />

asamblea campesina que se realizaba en su pueblo, donde se le apreciaba por su origen<br />

humilde y por el éxito que había alcanzado en sus estudios y en el ejercicio de su<br />

profesión. Santeliz siempre estuvo ligado a su pueblo. Cuando no había médico, él<br />

visitaba San Francisco y recetaba gratis, trasladaba, el mismo, enfermos a Carora.<br />

-Este es el símbolo de la revolución -comenzó sus palabras, levantando una<br />

chancleta en sus manos. Con esta chancleta le vamos a romper la boca, el hocico a los<br />

cochinos de la reacción. Para que después de varios siglos de privilegios y abusos<br />

contra el pueblo, sientan en carne propia el polvo de la derrota. Será bueno que reciban<br />

una lección definitiva para que no se olviden de que ahora en adelante es el pueblo el<br />

que gobierna.<br />

-Después que derrotemos a los enemigos del pueblo, tenemos que afrontar otros<br />

flagelos que carcomen la salud de los campesinos. Tenemos que acabar con el hambre y<br />

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