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Darío Valcárcel<br />
Introducción<br />
o de su entorno. Primero, levantar un cordón sanitario que la aislara de<br />
potenciales enemigos terrestres. Segundo, conseguir una salida a los mares<br />
cálidos que la permitiese mantener abiertas las líneas comerciales los 12<br />
meses del año. Estos objetivos han articulado la acción política y militar<br />
de los rusos desde finales del siglo xvii.<br />
12<br />
Trescientos años después, estos dos objetivos se han redefinido en<br />
función del entorno y las nuevas condiciones en materia de seguridad y<br />
economía. El petróleo y el gas han tomado el relevo a los océanos cálidos<br />
en la estrategia rusa, y la presencia física en los estados tampón ya no<br />
es indispensable. Ahora la influencia se ejerce con medios económicos y<br />
políticos más sutiles. Así, el Cáucaso, sin dejar de notar la importancia que<br />
tiene para Rusia por su vecindad con Turquía o Irán, enemigos históricos,<br />
ha ganado importancia al convertirse en una encrucijada de oleoductos<br />
y gasoductos que permite utilizar la energía como elemento de presión<br />
en Europa y Asia. Georgia constituyó para Rusia, durante décadas, una<br />
“marca” con la que mantener las distancias con enemigos seculares como<br />
turcos y persas. Los casos de Armenia y Azerbaiyán, y su conflicto sobre<br />
Nagorno Karabaj, presentan los mismos rasgos de lucha fronteriza. Y<br />
por debajo de todos ellos, movimientos migratorios forzados durante el<br />
Imperio y, sobre todo, durante la época soviética, formando un mosaico<br />
étnico que cobra a veces una inextricable complejidad.<br />
Georgia, país clave en este mosaico racial y cultural que es el Cáucaso,<br />
donde la coexistencia de una mayoría georgiana y de minorías osetia,<br />
abjasa y abjaria en un mismo territorio, contribuye en gran medida a la<br />
inestabilidad de la zona. De los dos objetivos constantes de la geoestrategia<br />
rusa, la defensa de su inmenso territorio y el acceso a mares cálidos,<br />
Georgia participa en ambos. Incluso el nuevo pilar sobre el que se asienta<br />
la influencia geopolítica rusa, el gas y el petróleo, juegan su papel en este<br />
país trascaucásico situado entre Europa y Asia, de 70.000 kilómetros<br />
cuadrados –algo menor que La Mancha– y poco más de cuatro millones<br />
y medio de habitantes. Su situación en la desembocadura natural de uno<br />
de los más importantes pasos del Cáucaso, al que sirve de centinela, su<br />
importancia como país ribereño del mar Negro –a recordar el inestable<br />
estatus de Sebastopol como base de la flota rusa– y su condición de paso<br />
casi obligado para la salida del petróleo del mar Caspio hacia el oeste,<br />
convierten a Georgia en un país de creciente interés geoestratégico para<br />
Rusia.<br />
Tiflis abolió en 1992 la Constitución de la República Socialista Soviética<br />
de Georgia y restauró la Carta de 1921 de la antigua República. Para los<br />
abjasios esto anulaba su autonomía, por lo que declararon su independencia<br />
seis meses después. El presidente georgiano, Eduard Shevardnadze,