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Salud pública e identidad - Memorias Conferencia PES 2012

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42 Algunos elementos sobre el desarrollo de la salud pública en América Latina La salud y la vida 43<br />

Momento de instrumentalización del quehacer<br />

en salud pública: la década de los sesenta<br />

El desarrollo de la salud pública en América Latina<br />

está profundamente determinado por la lucha<br />

político ideológica que ocurre en los últimos<br />

treinta años en el subcontinente.<br />

Desde el imperialismo y la burguesía dependiente<br />

apareció como fin fundamental utilizar<br />

el quehacer en salud dentro del proyecto desarrollista<br />

propuesto en Punta del Este con amplia<br />

participación de la Alianza para el Progreso y la<br />

aprobación del Departamento de Estado. La Revolución<br />

Cubana fue una enseñanza muy dura<br />

para el imperialismo: no era posible mantener<br />

las condiciones de depauperación del pueblo,<br />

existía un intenso movimiento social que había<br />

sido acallado por las armas en años anteriores<br />

en Bolivia y Guatemala, pero en algunos momentos<br />

era posible hacerlo, puesto que el apoyo<br />

popular a la Revolución Cubana así lo había demostrado.<br />

Era necesario desarrollar económica<br />

y socialmente al submundo latinoamericano. La<br />

estrategia burguesa-imperialista se dirigió entonces<br />

a:<br />

a) Lograr la presencia del Estado burgués en<br />

todos los ámbitos del espacio nacional a<br />

través de proyectos de desarrollo, construir<br />

la imagen de un Estado benefactor y, sobre<br />

todo, exorcizar los demonios del movimiento<br />

social democratizante que allí se enraizaba.<br />

b) Expandir el espacio de intervención del capital<br />

con miras a modernizarlo y lograr el<br />

necesario desarrollo.<br />

c) Implementar las medidas de protección de<br />

la fuerza de trabajo necesarias para la tarea<br />

desarrollista.<br />

El quehacer en salud constituía un excelente medio<br />

para logar dichos propósitos. Cada programa<br />

de desarrollo se encargó de un componente de<br />

salud, donde fueron fortificados los organismos<br />

encargados de esa responsabilidad.<br />

El Estado burgués pasó entonces a ampliar su<br />

espacio de acción. Algunos gobiernos, como el<br />

de Ecuador, descubrieron en este tiempo que<br />

también los campesinos se enfermaban, que<br />

ellos también podían ser vistos desde el Estado<br />

con ojos de benefactor, a pesar de su comportamiento<br />

de intensa contraposición con él. La<br />

preocupación fundamental radicaba en extender<br />

la cobertura y fortalecer el aparato del Estado<br />

encargado de la salud. Apareció, entonces,<br />

como necesidad fundamental para la burguesía<br />

y el imperialismo, desarrollar la administración<br />

estatal en salud y crear los laboratorios de la comunidad<br />

que tanto peso tuvieron en la década<br />

de los 60. Allí aprenderían nuestros técnicos<br />

a mirar lo que el imperio necesitaba y a desoír<br />

lo que nuestro pueblo quería y allí, sobre todo,<br />

aprendería nuestro personal de salud a ver lo<br />

que la burguesía y el imperio querían para conservar<br />

el sistema y a retraducir las necesidades<br />

populares de libertad y conciencia en dádivas<br />

baratas.<br />

Esta estrategia planteada por el imperio debía<br />

necesariamente cambiar la constitución de las<br />

Escuelas de <strong>Salud</strong> Pública. El problema era grave<br />

porque la salud pública latinoamericana estaba<br />

cargada de una proyección profundamente<br />

yankee. Nuestros maestros habían sido<br />

formados en sus claustros, habían traído toda<br />

la carga tecnológica de las universidades de<br />

Johns Hopkins, de Harvard, de Columbia, de<br />

Puerto Rico. Estaban entregados a una práctica<br />

tecnicista y biologista que hacía tabla rasa de<br />

todo lo que olía a ciencias sociales. Pero, en<br />

esos momentos, no se necesitaba únicamente<br />

eso, la salud pública requería que la práctica<br />

técnica se cargue de ideología. No importaba el<br />

problema de salud, sino la posibilidad de bajar la<br />

temperatura de los pueblos que, con el ejemplo de<br />

la Revolución Cubana, la veían tras de la puerta.<br />

Se requería incidir sobre el comportamiento de<br />

nuestro pueblo. Y así, por necesidades del propio<br />

sistema, las ciencias del comportamiento fueron<br />

introducidas en nuestros círculos, se pusieron<br />

de moda y desde el pregrado hasta el posgrado<br />

acompañaron a los estudiantes. Pasamos, en<br />

esta forma, a valorar el avance o estancamiento<br />

de nuestras Facultades de Ciencias de la <strong>Salud</strong><br />

por la presencia y desarrollo de las Ciencias del<br />

Comportamiento.<br />

Pero no solo era necesario comprender el comportamiento<br />

de nuestras poblaciones, no se podía<br />

solamente drogar para siempre la conciencia<br />

de nuestras poblaciones desde la salud (no hay<br />

mal que dure cien años ni nadie que lo soporte),<br />

sino que también debían producirse cambios<br />

mínimos y visibles en sus vidas, conservando<br />

intocado el sistema de dominación. La salud pública<br />

debía, lógicamente, eficientizar el sistema<br />

administrativo a través de nuevas formas de planificación<br />

y administración. No importaba aún<br />

copiar la forma de planificación socialista; ésta,<br />

al fin y al cabo, no tendría mayor repercusión si<br />

se conservaba la base del poder burgués, había<br />

que desarrollar un sistema de planificación económica<br />

redistributivo que impidiera la acumulación<br />

exagerada de riqueza. El capital comenzaba<br />

entonces a hablar un lenguaje casi incomprensible,<br />

se criticaba de su propio ser, ya no quería<br />

apuntalar la riqueza… pero solo durante un momento<br />

y en los países donde no había regímenes<br />

fuertes y donde la lucha de clases no ponía en<br />

peligro el esquema de dominación, porque en<br />

otros países aconsejaba la continuación de “milagros”<br />

tales como el brasileño donde a fuerza<br />

del garrote se detenía cualquier aspiración popular.<br />

La salud pública latinoamericana se embarcó,<br />

como producto de esta necesidad, en un activo<br />

proceso de reflexión e implementación de planes<br />

de salud que prometían mucho, pero no pudieron<br />

brindar gran cosa. Los técnicos nacionales<br />

reconocieron que el pecado capital consistía<br />

en su miopía que impedía ver los beneficios de<br />

la planificación, que eran técnicos malos, que el<br />

socialismo había avanzado en salud solamente<br />

por su habilidad planificadora. Que debíamos<br />

traducir los planes económicos y hacerlos entendibles<br />

y utilizables por la burocracia en salud<br />

y que no había necesidad de ninguna revolución,<br />

que aquella era capaz de ser sustituida solamente<br />

por la razón.<br />

Ahora bien, el movimiento planificador debía<br />

sustentarse sobre una casa bien administrada y,<br />

además, sobre el avance en la comprensión de<br />

las causas de nuestros problemas de salud más<br />

frecuentes. No podemos negar que en esta época<br />

avanzamos notoriamente en la interiorización<br />

de técnicas más sofisticadas en epidemiología,<br />

planificación y administración. El salubrista<br />

fue de esta manera transformado en una especie<br />

de antropólogo funcionalista, encargado de<br />

traducir las necesidades de libertad y autarquía<br />

de nuestro pueblo en necesidades mínimas de<br />

salud, cargado de una fe infinita en esas técnicas<br />

de planificación, administración y epidemiología<br />

que todo lo solventarían. Al fin y al cabo,<br />

con el conocimiento que le ofrecían las Ciencias<br />

del Comportamiento estaba en capacidad de interpretar<br />

las “necesidades” de la población que<br />

había sido malévolamente movilizada por las<br />

fuerzas de izquierda y con el conocimiento empírico<br />

de la epidemiología, la administración y la<br />

planificación tenía a mano instrumentos fundamentales<br />

para sostener el avance democrático,<br />

que era interpretado desde su limitación como<br />

desorden e imposibilidad de progreso.<br />

Mientras el imperialismo y la burguesía preparaban<br />

con denuedo la ya antes mencionada<br />

proyección en salud, la izquierda se encontraba<br />

también profundamente ocupada con la lucha<br />

por el cambio. No había tiempo para pensar en<br />

construir una proyección teórica particular en<br />

salud, ésta no tenía gran importancia en aquel<br />

momento, había que utilizar todos los recursos<br />

en el terreno. El espacio y el movimiento social<br />

eran fundamentales, había que instrumentalizar<br />

todo. No importaba que el imperialismo<br />

estuviera desarrollando nuevos elementos de<br />

comprensión de la dinámica social porque la izquierda<br />

estaba insertada en el seno mismo del<br />

pueblo desde donde combatía. De lo que se trataba<br />

era de apoyar con acciones prácticas el ímpetu<br />

revolucionario, que era tangible, se lo veía,

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