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Salud pública e identidad - Memorias Conferencia PES 2012

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100 El sujeto, la ética y la salud La salud y la vida 101<br />

El modernismo es el rechazo a toda revelación,<br />

crea un vacío moral que es colmado por la idea<br />

de sociedad o unidad social. El ser humano no<br />

es más que un ciudadano, donde su caridad debe<br />

transformarse en solidaridad social, su conciencia<br />

debe transformar en respeto a las leyes y<br />

donde los juristas y administradores sustituirán<br />

a los profetas de sus abuelos: desencanto, secularización,<br />

ética de la responsabilidad, racionalización,<br />

autoridad racional legal —conceptos<br />

acuñados y constantemente repetidos por Weber<br />

en sus estudios sobre la modernidad. Pero<br />

también, y como contrapartida, según el propio<br />

Weber, es resistencia antimodernista y rebelión<br />

de la dualidad humano-social que se sintetiza en<br />

términos conflictivos: racionalización y guerra<br />

de los dioses, autoridad legal y carisma, capitalismo<br />

y nación.<br />

El siglo XIX posibilita que la modernización económica<br />

acelerada transforme los principios del<br />

pensamiento racional en objetivos sociales y<br />

políticos generales. Las leyes naturales se transforman<br />

en voluntad colectiva y surge la idea de<br />

progreso. La modernidad se embarca en el tiempo<br />

y se transforma en historicismo donde la idea<br />

de progreso afirma la <strong>identidad</strong> entre políticas<br />

de desarrollo y triunfo de la razón.<br />

Esta idea bendice la total subordinación del individuo<br />

a la sociedad y de la sociedad a la modernización<br />

y al poder del Estado, lo cual posibilita<br />

una movilización colectiva a la que no pudo llegar<br />

la convocatoria, siempre elitista, de la racionalización;<br />

el progreso puede convocar en alta voz<br />

a las fuerzas revolucionarias que deben cumplir<br />

un encargo cifrado por la historia. El historicismo<br />

del siglo XIX “absorbe al sujeto en la razón,<br />

la libertad en la necesidad histórica, la sociedad<br />

en el Estado”. El ciudadano se identifica como<br />

actor revolucionario con una misión histórica y<br />

se somete al poder absoluto de una élite política<br />

que proclama su legitimidad en nombre de un<br />

supuesto conocimiento de las leyes de la historia.<br />

La búsqueda del Uno, la nación o el poder<br />

absoluto en nombre del pueblo termina destruyendo<br />

la propia modernidad y sus principios de<br />

derecho, moralidad y potencialidad productiva,<br />

mientras esclaviza y reprime a quien no es ciudadano<br />

y, por lo tanto, se opone a la razón histórica.<br />

¿De qué ciudadano hablamos?<br />

Conforme habíamos dicho anteriormente, para<br />

la Filosofía de la Luces, el ciudadano debería<br />

centrar su preocupación y acción en la utilidad<br />

social, esto es, trabajar para factibilizar la producción<br />

de riqueza mejorada en su eficiencia<br />

por la ciencia, la tecnología y la administración,<br />

posibilitar la centralización y concentración del<br />

poder en el Estado y en la ley, y de esta manera<br />

construir el bien común, el mercado y el interés<br />

nacional compatible con el interés y libertad<br />

personal. Más tarde, el historicismo le encarga<br />

realizar la razón histórica y someterse íntegramente<br />

al poder absoluto de la élite política supuesta<br />

representante de la verdad y del pueblo.<br />

El ciudadano, en esta versión, constituye la<br />

esencia de la racionalización y, al mismo tiempo,<br />

la casi total negación de la subjetivación. La persona<br />

pasa paulatinamente a ser representada en<br />

su interés y libertad de consumir los bienes materiales<br />

y simbólicos que circulan en el mercado,<br />

al mismo tiempo que construye la sociedad en<br />

tanto totalidad.<br />

Sus verdades preteóricas no pueden aproximarse<br />

ni competir con las verdades científicas, sus<br />

eticidades no pueden ponerse al lado de la moral<br />

que se manifiesta como utilidad social y ley. Sus<br />

veracidades y sentimientos quedan atrapados<br />

en la vida personal y no pueden vulnerar la gran<br />

totalidad social. Sus prácticas y costumbres tienen<br />

que modificarse o revolucionarse para poder<br />

revolucionar la sociedad y, a la vez, constituirse<br />

como ciudadano. El sujeto es absorbido por la<br />

sociedad, el mundo de la vida por el sistema, el<br />

saber por la ciencia, la ética por la moral.<br />

La racionalización cumplió un papel muy importante<br />

cuando introdujo el espíritu crítico<br />

en los espacios gobernados por las autoridades<br />

tradicionales, pero se transformó también en<br />

una experiencia tenebrosa cuando se vistió con<br />

el ropaje del taylorismo o se expresó a través de<br />

experimentos guiados por la filosofía de la historia.<br />

La razón nos posibilitó descubrir nuevos<br />

mundos, relacionarnos, romper con las tradiciones<br />

que nos ataban, ampliar nuestra capacidad<br />

explicativa, pero también su luz ha comenzado a<br />

enceguecernos, su ruido nos enloquece, la falta<br />

de sentido nos congela y nos produce profundas<br />

nostalgias del Ser. Somos ciudadanos modernos<br />

encargados de empujar el eterno cambio, la destrucción<br />

creadora que busca mayor razón, tecnología,<br />

riqueza, pero al mismo tiempo somos<br />

destructores de todo lo que no huela a modernidad.<br />

La modernidad vive en estos momentos un<br />

proceso de agotamiento y sin derroteros claros.<br />

Horkheimer y Adorno hablaron sobre el “agotamiento<br />

de la razón”, debido a lo cual parece que<br />

el papel tradicionalmente encargado al ciudadano<br />

por parte de la razón debe ser repensado,<br />

con el fin de encontrar si es posible apoyar hoy<br />

y aquí el empeño por forjar una sociedad mejor<br />

y no solamente continuar impulsando este incansable<br />

e infinito movimiento que ha impuesto<br />

la modernidad. Por otro lado, ¿quién cree en los<br />

momentos actuales en la <strong>identidad</strong> del interés<br />

del Estado y de los individuos, en la <strong>identidad</strong> de<br />

la acción y de la razón, en la <strong>identidad</strong> del hombre<br />

y del ciudadano para emprender una cruzada<br />

para su rescate?<br />

El ciudadano en la modernidad<br />

fragmentada<br />

El exceso y la coacción de la razón que nunca<br />

debería coaccionar, la filosofía de la conciencia,<br />

6. Giddens, A. Consecuencia de la modernidad. Madrid: Alianza Editorial; 1994.<br />

7. Giddens, A. Modernity and Self-Identity. California: Stanford University Press; 1993.<br />

8. Bidet, J. Teoría de la modernidad. Argentina: Ediciones Letra Buena; 1993.<br />

la filosofía de la historia y el paradigma productivista<br />

que han guiado nuestro pensamiento<br />

en diferente medida y con distinta intensidad<br />

durante estos dos siglos han llevado, según Habermas,<br />

a la colonización del mundo de la vida<br />

por parte del sistema y el aparecimiento de las<br />

patologías sociales, culturales y de la personalidad<br />

que en estos momentos vivimos. Giddens<br />

analiza los ímpetus de la expansión capitalista,<br />

la forja del sistema de estados-naciones, el desarrollo<br />

de la vigilancia y la administración y el<br />

crecimiento del poder militar como elementos<br />

constitutivos de la modernidad y su impacto sobre<br />

el sí mismo (self). 6 7 . Videt encuentra que la<br />

modernidad tomó en consideración únicamente<br />

la contractualidad central o estatal y la contractualidad<br />

interindividual o mercantil y dejó de<br />

lado la socialidad, lo cual, a su vez, influyó negativamente<br />

sobre el desarrollo de la democracia y<br />

la vida social. 8<br />

Touraine encuentra que la modernidad ha estallado<br />

y que la idea clásica de unidad es en la actualidad<br />

nada más que una nostalgia. El primer<br />

fragmento está constituido por el deseo del Ser,<br />

por el Ello nietzscheano expresado en la sexualidad,<br />

que aparece como resultante de una lucha<br />

por la liberación del cuerpo y el deseo, pero que<br />

al mismo tiempo anuncia el peligro de la marginación<br />

en el ego. El segundo fragmento está<br />

representado por una sociedad de consumo de<br />

masas dominada por el mercado y el marketing,<br />

que expresa, por un lado, la libertad individualizada<br />

en el consumo y, por otro, el peligro de una<br />

sociedad concentrada en el interés y el tecnologismo.<br />

El tercer fragmento constituye la organización<br />

representada por las empresas y el capitalismo<br />

financiero, que posibilita la expansión<br />

de la producción, pero al mismo tiempo lleva a<br />

la profundización de las desiguales sociales. El<br />

cuarto fragmento constituye las luchas naciona-

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