Salud pública e identidad - Memorias Conferencia PES 2012
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44 Algunos elementos sobre el desarrollo de la salud pública en América Latina La salud y la vida 45<br />
se lo olía; nada de teorización, las acciones de<br />
salud eran más importantes, valía más apoyar al<br />
cuadro, al posible compañero, a la persona indecisa,<br />
o a cualquiera que sea, porque todos eran<br />
posibles revolucionarios. Cuba lo hizo, también<br />
podíamos lograrlo nosotros, nada de teorización,<br />
nada de particularidades, la mecha de la<br />
bomba se había prendido, tan solo teníamos que<br />
calentar más el ambiente para ayudarla a explotar.<br />
¿Que no teníamos una realidad particular<br />
por la cual teorizar?, sí pero el momento no nos<br />
permitía, lo que importaba era la unidad, porque<br />
las particularidades no podían ser tomadas<br />
en consideración. No importaba desarrollar las<br />
mismas acciones que hacía la burguesía, porque<br />
la izquierda la hacía para su campo. Brindando<br />
atención médica individual conseguiríamos demostrar<br />
que podíamos hacer igual que ellos, mejor<br />
que ellos. Toda persona que atendíamos era<br />
un potencial compañero.<br />
¿Y qué ocurría en nuestras Escuelas de <strong>Salud</strong> Pública?<br />
Pues éstas también se cargaron de un discurso<br />
revolucionario (al menos las que yo llegué<br />
a conocer, muy pocas por supuesto). Pero este<br />
discurso no caminaba más allá de sus límites discursivos<br />
porque no sabíamos cómo traducirlo en<br />
la práctica. Introdujimos en los currículos de los<br />
pregrados (donde teníamos mayor control) cátedras<br />
y materias que tenían nombres rimbombantes.<br />
Creíamos que los estudiantes al recibir<br />
una moderada dosis de materialismo histórico<br />
y materialismo dialéctico harían una síntesis<br />
por arte de magia en su enfrentamiento con la<br />
realidad de salud y no comprendíamos que esa<br />
síntesis lo hacían los cuadros que no tenían ese<br />
abundante condumio teórico. Creíamos que la<br />
dialéctica era posible aprenderla en el pizarrón.<br />
Sin embargo, nos ayudaba aquella efervescencia<br />
estudiantil de la década de los sesenta que,<br />
sin lugar a dudas, nos posibilitó llevar algunos<br />
cuadros desde el pizarrón a la realidad, pero nos<br />
encontrábamos en la imposibilidad de transformar<br />
aquel legado de los clásicos en un discurso<br />
particular en salud, en un instrumento metodológico<br />
para actuar en el campo de la salud.<br />
Si ni siquiera en pregrado podíamos traducir<br />
nuestro discurso, era aún más difícil llevarlo al<br />
posgrado, razón por la cual esa efervescencia<br />
discursiva no produjo modificaciones curriculares<br />
de importancia en la enseñanza en salud<br />
pública y era lógico esperar aquello, porque el<br />
proletariado y el pueblo en general estaban haciendo<br />
su lucha política posible y los intelectuales<br />
de izquierda tan solo nos hallábamos en una<br />
práctica de apoyo (que considero fue adecuada)<br />
sin producir los elementos necesarios para la lucha<br />
ideológica en este campo.<br />
Constitución teórica de un proyecto<br />
popular en salud: la década de los<br />
setenta<br />
No tardaría mucho tiempo para que el imperialismo<br />
y la burguesía de nuestros países definieran<br />
que no podían seguir jugando en esa forma<br />
en un espacio tan incierto. Los años finales de la<br />
década de los sesenta y los iniciales de la década<br />
de los setenta se caracterizaron por un cambio<br />
fundamental en los procedimientos. En Uruguay<br />
comenzaría la noche para la democracia<br />
soñada y un poco más tarde este manto se extendería<br />
al Chile de Allende y a Argentina, y después…<br />
sería largo contar. Las dictaduras o estados<br />
de excepción en América Latina pasarían a<br />
ser la regla y la democracia burguesa un estado<br />
de excepción. Los compañeros de izquierda que<br />
lograron salvar sus vidas buscarían su exilio en<br />
los países donde todavía podían seguir respirando.<br />
Los iniciadores de ese entonces que ya<br />
buscaban una comprensión más profunda de la<br />
problemática de salud colectiva debieron huir y<br />
algunos de ellos fueron asesinados; basta recordar<br />
a Miguel Pavlov y Claudio Jimeno, quienes<br />
jugaron un papel fundamental en los primeros<br />
momentos de constitución del pensamiento social<br />
en salud. Los movimientos populares fueron<br />
barridos y el holocausto de los dirigentes de izquierda<br />
latinoamericana como una pesadilla de<br />
horror y de rabia.<br />
La izquierda se refugió en las universidades que<br />
mantenían su autonomía, o creó, o pobló centros<br />
de investigación, donde, al menos, podían<br />
continuar pensando y creando. Este exilio obligado<br />
(obligado por la represión o por la necesidad<br />
de comprensión científica de la realidad)<br />
produjo resultados beneficiosos en el campo de<br />
la salud. En efecto, la izquierda se comprometió<br />
en muchos países a iniciar y en otros a continuar<br />
el esfuerzo iniciado, por lograr una interpretación<br />
distinta sobre la producción y distribución<br />
de la salud enfermedad. Debía darse una interpretación<br />
científica de la salud desde las ciencias<br />
sociales, debía traducirse a Marx y Lenin en salud.<br />
Debían crearse elementos científicos para<br />
desde, la particularidad en salud, apuntalar la<br />
marcha revolucionaria, al mismo tiempo que<br />
la salud debía nutrirse del propio avance revolucionario.<br />
Pero no solamente se debían comprender<br />
los determinantes de la producción y la<br />
distribución de la salud-enfermedad, sino que<br />
debía comprenderse la dinámica de los servicios<br />
porque la población los demanda, y aún más, se<br />
debía comprender cómo surge el saber popular,<br />
cuáles son los determinantes de la producción<br />
de la ciencia y técnica en salud, y se debía aprender<br />
a transmitir los conocimientos en salud en<br />
una forma diversa.<br />
En la mayor parte de países se hizo un esfuerzo<br />
grande para consolidar un marco interpretativo<br />
distinto sobre la salud. Para finales de la década de<br />
los setenta ya se habían elaborado importantes<br />
avances teóricos, metodológicos y técnicos en<br />
este campo y se había logrado demostrar que la<br />
salud se hallaba profundamente relacionada con<br />
lo social, que no es posible el cambio en salud sin<br />
un cambio en la estructura social, que la práctica<br />
en salud y la atención médica debe partir desde<br />
el pueblo, que la salud es un campo de lucha<br />
política y la lucha en el ámbito específico debía<br />
hallarse profundamente imbricada con la lucha<br />
política general. Las ciencias sociales pasaron<br />
a tener un enorme peso, la epistemología, la<br />
economía política, la antropología, la teoría<br />
sobre el estado, la teoría de la comunicación<br />
y educación, entre otras, ganaron una fuerza<br />
inusitada. La izquierda empezaba a advertir, con<br />
bases científicas, que no es posible administrar<br />
en salud sin investigar, que no es posible actuar<br />
sin una sólida formación teórica porque los<br />
vericuetos del capital son complejos y pueden<br />
fácilmente conducir a perderse en el camino<br />
porque la izquierda no dispone de una brújula<br />
que la guíe desde el Estado, como ocurre en<br />
Cuba, sino que la burguesía crea interesantes<br />
subterfugios que los pinta con graciosos colores,<br />
que los acompaña con cantos de sirena, que<br />
los enreda con modernas teorías para distraer<br />
la atención de los cuadros que se encuentran<br />
accionando en salud, para lo cual, para esa<br />
práctica, no hay otra posibilidad, como lo decía<br />
Lenin y lo dice el comandante Fidel Castro, que<br />
poseer una clara teoría y mantenerse junto al<br />
pueblo.<br />
Además, el administrador revolucionario que<br />
se ubica en el Estado burgués —comprendía<br />
la izquierda— debía poseer un sólido conocimiento<br />
para actuar en las resquebrajaduras que<br />
existen en el aparato estatal y gubernamental.<br />
Que su papel no era modernizar el Estado, sino<br />
solamente cuando aquello permitía lograr más<br />
fuerza para apuntalar el poder popular, que debía<br />
saber hacer lo que hace el burócrata típico,<br />
pero de mejor manera para poder mantenerse<br />
en el Estado, porque debía aprender a subsistir<br />
en la lucha; supervivir y luchar, pero no<br />
entregarse en los brazos de las necesidades de<br />
supervivencia, sino supervivir para luchar y en<br />
esa lucha realizarse humanamente. Porque se<br />
interpretaba que el administrador en salud en el<br />
capitalismo debe dirigir su mirada con el fin de<br />
visualizar la posibilidad de fortalecimiento del<br />
poder popular a través del control social sobre<br />
los servicios. Debe buscar cómo transformar el<br />
saber popular en salud de carácter alienado en<br />
conciencia sanitaria, debe comprender cómo el<br />
reino de las necesidades inmediatas del pueblo<br />
puede ser transformado en un paraíso de libertad<br />
a través de la lucha. Que debe aprender las<br />
técnicas adecuadas para apoyar la creación de<br />
un movimiento en salud democrático, popular y<br />
nacional. Pero que no solamente debía quedarse