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hubiese planteado muy seriamente la idea de estudiar en la universidad.<br />
Myrna rio. Alzó la vista y miró a Brian, que continuaba apoyándose<br />
en el respaldo del cubículo junto al hombro derecho de Eric.<br />
El corazón de Myrna dio un latido tremendo. Qué guapo era, santo<br />
cielo.<br />
—¿No te sientas, Brian —dijo Myrna dejándole un hueco al lado<br />
suyo, apretándose contra Sed y apoyando su rodilla contra la del vocalista.<br />
Brian se dejó caer en el asiento al lado de ella, con lo cual Myrna<br />
quedó encajada entre dos de los músicos más sexy y talentosos del<br />
rock mundial. De haber muerto en ese momento, habría subido directa<br />
al cielo. «Tómatelo con calma, Myrna. Si empiezas a pegar chillidos<br />
como una fan, estos tíos van a decirte que te largues con viento fresco.»<br />
Y eso era lo último que deseaba.<br />
Brian se inclinó hacia delante, soltó un gruñido y apoyó la cabeza<br />
en la mesa. Myrna tuvo que emplearse a fondo y concentrarse para<br />
evitar la tentación de alargar el brazo y darle una caricia de consuelo.<br />
Ella sabía muy bien quién era, pero él no tenía ni idea de con quién<br />
estaba tratando.<br />
Inspiró profundamente, tratando de mantener el control, y volvió<br />
la vista hacia Eric. Podía mirarle fijamente sin que le entraran mareos,<br />
pero fue incapaz de no quedarse pasmada ante aquel corte de pelo que<br />
sin duda era obra de un chiflado. Media melena por un lado, una tira<br />
central de pelo cortito y tieso, y el resto, mechones de longitudes variadísimas:<br />
francamente raro. Un rizo carmesí grueso como un dedo<br />
le colgaba por un lado junto al cuello. «Peinado de estrella del rock.»<br />
Myr na tuvo que contener la risa.<br />
—Bueno, y ¿de qué das clases —Eric tomó un sorbo de cerveza<br />
con sus ojos azul claro completamente clavados en el rostro de Myrna.<br />
Bueno, tal vez también bajaba a veces la vista hacia el pecho de la profesora,<br />
pero preferentemente le clavaba sus ojos en el rostro.<br />
Myrna tragó saliva y bajó la mirada a la mesa. En cuanto les revelara<br />
el nombre de su asignatura, toda posibilidad de seguir siendo vista<br />
con cierto respeto se evaporaría.<br />
—¿Es necesario que lo diga<br />
—Vamos.<br />
—Sexología —dijo ella, suspirando.<br />
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