PECADORES - Ediciones B

sinuación soez de Sed. Luego pensó que seguramente lo había cap tado,
pero que prefería disimular.
Myrna apretó el brazo de Sed y logró escabullirse del beso que trataba
de darle.
—Buena idea. Y gracias, Eric. Subiré a mi habitación.
—Si me niego a moverme, no podrás ir a ningún lado.
—¿En serio
—Desde luego.
—Entonces, copiaré una página del libro de Brian.
Brian se quedó perplejo, incapaz de entender qué quería decir Myrna
con eso, hasta que vio cómo se escurría hacia el suelo y después salía
caminando a gatas por debajo de la mesa. Al levantarse em pujó la mesa
y el contenido de algunas copas se derramó sobre Brian y Trey. Brian
percibió de golpe los aromas que desprendía aquella mujer: vainilla,
coco, y algo que era personalísimamente suyo. Se le secó la boca, y se le
humedecieron las manos. Santo cielo, ardía en deseos de que esa mujer
le castigara debidamente. Y sería la segunda vez que una tía le partía el
corazón en una sola semana.
Pero Myrna se le acercó y le susurró al oído:
—Arriba, en mi habitación, tengo algo para ti. Si es que quieres algo
que te ayude a superar tu estado.
«¿Estado» ¿Qué estado Ojalá Myrna le ayudara con su estado. Al
fin y al cabo, era ella quien le había puesto así, y necesitaba algo que le
aliviase. Recobrada la confianza en sí mismo, Brian sonrió. Cogió con
la mano la estrecha muñeca de Myrna, en señal de aceptación.
—Habitación 615 —murmuró ella, y el aliento logró hacerle cosquillas
a Brian en la oreja—. No esperes mucho a subir. Quiero meterme
pronto en la cama.
—Habitación 615.
—Exacto.
Myrna se puso en pie, se arregló la falda y volvió la vista hacia Eric,
que estaba dándose golpes de cabeza contra la mesa.
—Supongo que mañana, después del concierto, te veremos un rato...
—dijo Sed.
—Por supuesto.
Trey la saludó llevando dos dedos a la frente.
—Buenas noches, profesora.
—Buenas noches Trey, Jace, Sed, Eric —dijo, saludándoles con un
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