You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Quienquiera que estuviera siguiéndola se detuvo también, a unos<br />
cuantos pasos de distancia. Oyó una respiración.<br />
«¿Jeremy»<br />
No. No podía ser su ex marido. No hubiese logrado encontrarla,<br />
seguro. Pero el sudor frío que resbalaba entre sus pechos parecía desmentir<br />
esa seguridad. Agarró con fuerza el asa del maletín del portátil,<br />
dispuesta a darle un buen golpe a quien hubiese tenido la ocurrencia<br />
de perseguirla.<br />
—¡Qué magnífica conferencia, doctora Evans! —dijo a su espalda<br />
una voz que no le sonaba de nada.<br />
No era Jeremy. Gracias a Dios. Inspiró profunda, temblorosamente,<br />
y miró por encima del hombro.<br />
Un tipo larguirucho, cuarentón, le tendía la mano.<br />
—¡Qué idea tan original la de usar los fraseos de guitarra de rock<br />
para basar su argumentación acerca de los secretos de la psicología humana!<br />
Realmente, jamás se me hubiese ocurrido. El método me ha parecido<br />
brillante. Pero no estoy seguro de ser capaz de aplicarlo con su<br />
nivel de... —se aclaró la garganta— entusiasmo.<br />
Se quedó sonriendo, mientras sus ojos bajaban al escote del traje de<br />
chaqueta entallado gris que llevaba Myrna.<br />
Con el corazón todavía latiéndole con violencia, Myrna refrenó el<br />
primer impulso de estrangular al pobre tipo, y le tendió la mano libre.<br />
—Gracias, señor...<br />
—Doctor —dijo él envolviéndole la mano en el apretón de la suya,<br />
con una sonrisa de oreja a oreja—. Doctor Frank Elroy, de Stanford.<br />
Psicología Anormal. Director del departamento, en realidad.<br />
«Ah, el doctor Putoculo. El doctor Culopomposo. No es la primera<br />
vez que me encuentro contigo. De hecho, hemos hablado miles<br />
de veces.»<br />
Myrna sonrió hieráticamente e inclinó la cabeza.<br />
—Encantada de conocerle, doctor Elroy.<br />
—¿Quiere acompañarme a tomar una copa —dijo él señalando<br />
con la cabeza hacia el bar que estaba situado a la izquierda de Myrna,<br />
y acariciándole el dorso de la mano con el pulgar.<br />
Sin borrar la sonrisa, Myrna gimió interiormente. Aquel hombre<br />
era la antítesis exacta de su tipo. Un tío aburridísimo. Gracias, pero no.<br />
En su situación actual, Myrna aborrecía el aburrimiento con tanta furia<br />
que su rechazo era casi una reacción visceral.<br />
10