PECADORES - Ediciones B

A Eric se le escapó un sonoro chorro de cerveza de entre los labios.
Se secó con el dorso de la mano y soltó un: «¡Joder!»
—Sí, en efecto, ésa es exactamente la materia que enseño —dijo
Myrna con una sonrisa torcida.
Todos soltaron una carcajada. Menos Brian, que permaneció quieto,
con la cabeza caída sobre la mesa. ¿Había perdido del todo la conciencia
Estaba hecho un guiñapo, y seguramente esa palabra no llegaba
a hacer justicia a su lamentable estado.
—¿Seguro que se encuentra bien —preguntó Myrna.
—Bueno, está un poco jodido —dijo Eric.
—Muy jodido —remachó Trey Mills, guitarra rítmica del grupo,
que estaba sentado al lado de Eric.
—Callaos —murmuró Brian, y volvió la cabeza para mirar a Myrna.
Trató de enfocar sus rasgos manteniendo un ojo cerrado. Ella
sentía un impulso incontenible de echarle para atrás su pelo negrísimo
y despeinado, una media melena que le llegaba hasta el cuello y que
emergía formando ángulos inverosímiles en diversas partes de su cabeza.
—¿Cómo te llamas, Profesora Sexo
—Myrna —sonrió ella. Tal vez lo preguntaba porque sentía verdadero
interés.
—Es un nombre de dama antigua —dijo él riendo con sorna.
Tal vez ella no le interesaba en absoluto. Myrna confió en haber sido
capaz de ocultar la decepción que acababa de sentir.
Sed estiró el brazo por detrás de Myrna y le dio a Brian un golpe
en la espalda para reprenderle. Pero Brian ni se inmutó. Seguro que no
era capaz de sentir el menor dolor.
—No anda desencaminado —dijo Myrna encogiéndose de hombros—.
Me pusieron este nombre en honor a mi bisabuela. Y a ella le
sentaría bien eso de «dama antigua».
Brian giró otra vez la cabeza, volviendo a apoyar la frente en la mesa.
Tragó saliva varias veces.
—Creo que voy a vomitar.
—Eric, llévatelo al cuarto de baño —dijo Sed—. Lo peor que podría
pasarnos ahora es que se llenase la mesa de los vómitos de Master
Sinclair.
—Prefiero quedarme charlando con esta bella dama —gruñó Eric—.
Me paso las noches escuchando a la misma pandilla de bobos.
16