PECADORES - Ediciones B

—Déjame que te la chupe hasta que te corras —dijo—. Por favor.
—¿Crees —dijo él, bajando la vista con una ancha sonrisa— que
podría decir que no a semejante petición
Su mano dejó de cascársela y le cogió dulcemente el rostro a Myrna.
Ella se adelantó y se metió la polla hasta el fondo de la garganta.
Y enseguida echó el cuello atrás, chupándola con fuerza. Los dedos de
Brian se clavaron en su cabello. Si él no la hubiese puesto tan caliente,
tal vez se habría quejado, pero comprobó que el dolor era estimulante.
Quería que Brian le hiciese daño. Brian le dio un tirón a su cabeza
hacia atrás, tirándola del pelo, hasta que le quedó el glande en los
labios. Myrna entendió lo que le estaba pidiendo, y comenzó a mover
la cabeza adelante y atrás rozando todo el rato el borde del glande,
estimulándolo. Procuró cubrir los dientes con los labios para no producirle
arañazos cuando le chupaba con toda esa violencia, usando los
labios para rozar con fuerza el borde.
—Así, nena —jadeó él—. Así.
Por un momento Myrna se desconcentró. Estaba oyendo a Eric que
se la cascaba a su espalda. Dejó de mover la cabeza un instante, pero
Brian volvió a pegarle un tirón en el pelo. Reaccionaron sus pezones
poniéndose turgentes al momento. «Así, trátame como a una sucia puta.»
Bajó una mano hacia sus muslos, se metió dos dedos en la vagina,
y los sacó rezumando sus fluidos. Deslizó luego la mano entre las piernas
de Brian y le coló sus dos dedos bien lubricados por el culo.
Él dio un respingo de sorpresa, su cuerpo temblaba. Pero no le pidió
que lo dejase. En lugar de eso, abrió las piernas para que los dedos de
Myrna se metieran bien adentro. La mayor parte de los tíos se cabreaban
cada vez que ella intentaba hacerles eso. Jeremy se pasó muchos
días insultándola por eso, «¿Se puede saber dónde aprendiste a
hacerlo ¿Con quién has estado follando».
En cambio, Brian parecía confiar en ella. O tal vez era mucho más
perverso que todos los demás tíos. Myrna siguió persiguiendo su objetivo.
A Brian le faltaba poco para correrse. No sería difícil de localizar.
Siguió chupándosela con fuerza mientras por detrás sus dedos
se metían bien arriba en su ano. Eric continuaba masturbándose a su
espalda, siguiendo con su ritmo el de Myrna. Giró los dedos dentro
del culo de Brian y encontró lo que andaba buscando. La pequeña glándula
que secretaba el semen estaba hinchada a reventar. Cuando apre-
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