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—Siempre ocurre lo mismo —dijo, abriendo los ojos y mirándola<br />
con gravedad—. Ayer noche te comentamos que era un tipo especial,<br />
un tonto romántico. ¿No lo oíste<br />
Myrna apartó la mano de Trey.<br />
—No voy a herirle, Trey. ¿De acuerdo<br />
—Espero que estés hablando en serio.<br />
Se la quedó mirando fijamente, hasta que ella se sintió forzada a desviar<br />
la mirada. Qué intensidad en aquellos ojos, como mínimo lanzaban<br />
miradas tan intensas como las de Brian. ¡Ufff!<br />
—Déjala en paz, Trey —dijo Jace.<br />
—¿No es exacto lo que le he dicho —repuso Trey volviendo la cabeza<br />
por encima del hombro para mirarle.<br />
—Lo es. Pero la culpa no es de ella.<br />
Trey la miró de nuevo a los ojos.<br />
—Disculpa —murmuró—. Lo siento. No debería meter las narices.<br />
No es problema mío.<br />
—Brian tiene suerte de que haya alguien que se preocupe tanto<br />
por él.<br />
Trey enarcó una ceja y la miró riendo.<br />
—Bueno, tal vez. Algún miembro del grupo acaba siempre metiendo<br />
las narices en su vida personal. Olvida lo que te he dicho.<br />
Trey terminó de escribir las notas. Myrna se cerró el albornoz del<br />
todo y lo ató con el cinturón. Se quedó sentada en una de las sillas del comedor<br />
y escuchó tocar a Jace, marcando el ritmo con el pie. Trey dispuso<br />
a lo ancho las hojas donde había escrito la nueva composición<br />
y se puso a tocar de nuevo, deteniéndose cada poco para añadir otro<br />
montón de anotaciones encima de las de Brian. El rasgueo metálico de<br />
Trey creaba un contrapunto perfecto para la melodía que gemían las<br />
notas de Brian. Por eso sonaban tan fantásticos cuando tocaban juntos.<br />
A los pocos momentos regresó Brian, cogió la guitarra y se unió a sus<br />
colegas. La nueva composición sonaba ya como una canción. A Myrna<br />
le sorprendió comprobar con qué rapidez cada uno de los músicos<br />
había adaptado a su instrumento lo que al principio no era más que un<br />
breve riff para guitarra solista, de forma que ahora ya se sumaban las<br />
fuerzas y las particularidades de todos ellos para formar una unidad.<br />
Entró Sed y se sentó en una silla situada junto a la mesa en el centro<br />
del comedor, y mantuvo los ojos cerrados. Myrna lo observó desconcertada.<br />
Parecía estar en una especie de trance.<br />
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