Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren
Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren
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de tener un hijo natural y que todos lo comentaran para deshonra de la familia. Yo fui a nacer en<br />
una parte que se llama Los Minerales, entre Condoriaco y Almirante Latorre, unas "posadas"<br />
campesinas, así las llaman, caseríos tan chicos que no están en el mapa, no alcanzan a ser<br />
pueblitos, aldeas ni nada.<br />
Nadie le había enseñado a mi mamá ninguna cosa de cómo nacían los niños, era una niña chica<br />
metida en cosas de grandes, y cuando empezó el trabajo de parto le dio tanto miedo...<br />
Las casas campesinas tienen las vigas al descubierto. Ella vio que ponían un cordel colgando de<br />
allá arriba y se asustó. No sabía para qué podía ser. Es que era tan chica... Recién entonces unas<br />
señoras grandes le dijeron por donde nacían las guaguas y todo, y la mandaron a pillar una<br />
gallina negra. Las negras son las que dan la sustancia más reponedora. Así, lo que naciera la<br />
guagua le iban a dar ese caldito de la negra, para que se repusiera. Y mandaron a buscar a don<br />
Simón, un campesino que sabía de esas cosas. Un partero. Además le explicaron a mi mamá que<br />
el cordel colgado de las vigas era para que se agarrara de él y pudiera pujar con más fuerza.<br />
En el campo era así. Y así nací yo. Con esas historias nací yo. Eran las costumbres de antes.<br />
Contaba mi mamá que en los primeros tiempos, cuando me estaba criando, a ella le gustaba irse<br />
a pastorear las cabras. A mí me dejaba acomodadita en un chal, en un como nidito que armaba<br />
entre las piedras. Un día yo lloraba, lloraba, hasta que de repente me quedé callada. Ahí se<br />
alarmó mi mamá. Vino corriendo y me encontró muy tranquila mamándole a una cabra. Feliz y<br />
contenta. Unos tres meses debo haber tenido yo. Mi mamá me lo contaba años después. La<br />
maldad, decía ella, de haberla mandado por allá sin tener una idea de cómo parir y criar una<br />
guagua.<br />
Cuando regresamos a La Serena, mi abuelo, como no quería que mi mamá se casara con mi<br />
padre, un muchacho sin profesión ni porvenir, le había buscado marido. El candidato era<br />
sobrino del obispo, ¡nada menos!, y decía la gente que era "dueño" de la Virgen de Andacollo.<br />
Tenía una ocupación de administrador del santuario o algo así. Estaba muy dispuesto a casarse<br />
con mi mamá y me iba a reconocer y todo. Pero mi mamá no quiso. Redondamente dijo que no<br />
se casaba si no era con Manuel. Al final la internaron en un convento para que terminara de<br />
estudiar. A mí me dejaron en la casa, donde me criaron unas tías y mi abuelo, que hizo las veces<br />
de padre. Se puede ver entonces qué raros fueron los comienzos míos.<br />
VIDA DE PATEPERROS<br />
<strong>Galvarino</strong>:<br />
En 1922 nos embarcamos en el vapor "Chile" junto a una gran cantidad de cesantes con sus<br />
familias. Yo tenía poco más de cinco años. Tuvimos que viajar en la cubierta, porque los<br />
camarotes eran para otra clase de viajeros. Dormíamos sobre frazadas y bajo las estrellas. Tengo<br />
un vago recuerdo de discusiones nocturnas, debido a que algunos tocaban guitarras y cantaban,<br />
despertando a las guaguas y a los niños chicos. Había intercambios de palabras fuertes pero no<br />
violencia. Se imponía el buen criterio.<br />
La navegación hasta Valparaíso duró cinco días. Luego hubo que tomar el tren hacia Santiago,<br />
donde una comisión recibió a los cesantes del salitre con sus familias y los condujo a los<br />
albergues.<br />
A nosotros nos esperaba el tío Manuel. Su casa estaba en la tercera cuadra de la calle<br />
Chacabuco. Vivía de un pequeño negocio y desarrollaba otras actividades. Gracias a sus<br />
relaciones, mi padre encontró trabajo en la sección cerrajería de una gran obra que se construía<br />
en la Alameda: la Biblioteca Nacional.