Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren
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submarinos “Thompson”, “ O Brien”, “Guacolda”, “Fresia”, “Quidora” y los escampavías<br />
“Janequeo” y “Simbad”.<br />
El diario local "El Progreso" sacó por la tarde un suplemento que los diareros voceaban a todo<br />
pulmón: "Los marinos sublevados tienen el apoyo de la FOCH. Elaboraron plataforma de<br />
lucha".<br />
El 6 de septiembre de 1931, desde temprano, bomberos y carabineros recorrieron las calles de la<br />
ciudad, golpeando las puertas de casa en casa, para avisar a la población.<br />
-Mire, señor (o señora), hay una situación extraordinaria. Va a haber una batalla y es posible<br />
que la escuadra bombardee Coquimbo.<br />
La mayoría de los coquimbanos, en especial los obreros de la zona, entre los cuales había<br />
muchísimos cesantes del salitre, apoyaban el alzamiento o, al menos, simpatizaban con él. El<br />
dirigente Del Solar, de la FOCH de La Serena, llegó en un bote hasta uno de los barcos de<br />
guerra amotinados y subió a bordo para manifestar a los marineros, el apoyo de los trabajadores.<br />
Poco antes había llegado a Coquimbo una delegación de la Federación de Estudiantes,<br />
encabezada por Bernardo Leighton, para solidarizar con los sublevados y tratar de hallar una<br />
solución.<br />
Con las advertencias de carabineros y bomberos se produjo cierto pánico. Cientos de familias,<br />
en carretas y carretelas tiradas por caballos, a pie o en burro, llevando atados o bultos a la<br />
espalda o empujando carritos de mano, partieron con chiquillos, perros y gatos hacia La<br />
Herradura o lugares más alejados, como Huanaqueros, Tongoy o Marquesa. Algunas mujeres se<br />
lamentaban y lloraban.<br />
Mi padre no creyó que fueran a bombardear la ciudad. No le pareció necesaria la evacuación.<br />
Pero, para calmar los temores de su esposa adoptó las siguientes medidas precautorias: llevó al<br />
dormitorio dos bancos carpinteros de gruesos tablones y colocó sobre ellos unas planchas de<br />
calaminas que se guardaban en el patio. Debajo de este sólido techado interior colocó las camas.<br />
Además, dejó dispuestos una serie de baldes con arena. Con esto consideró que el hogar estaba<br />
seguro y continuó en sus ocupaciones habituales.<br />
De todos modos, aquella noche casi no dormimos, en espera del posible bombardeo. Amaneció<br />
sin que pasara nada. Antes de mediodía, nuevos suplementos anunciaban que el gobierno había<br />
decidido atacar la flota desde el aire. Al conocer la noticia, confirmada en las pizarras que<br />
colocó el diario local, nos dirigimos al muelle con dos compañeros de la escuela para mirar de<br />
cerca el combate. La policía había despejado de curiosos el sector pero nosotros logramos pasar<br />
y nos instalamos en un punto desde donde se dominaba el panorama.<br />
Yo sentía, tal vez desde que nací, una fuerte vocación por el periodismo. En aquellos días, era<br />
colaborador del diario mural de la Escuela, una hojita miserable. Además había enviado<br />
artículos al diario "El Progreso", pero éste nunca había publicado ninguno.<br />
En esta ocasión, decidí que mi deber era presenciar el bombardeo, para informar de los hechos.<br />
Llevaba un cuaderno delgadito y un lápiz para tomar notas. Desde nuestro escondite, entre unas<br />
rocas, podíamos ver muy bien los barcos, anclados en la bahía a buena distancia de la costa -se<br />
veían seis o siete- y a nosotros era difícil que nos vieran. El día era despejado. Todo parecía<br />
muy apacible. En eso, escuchamos el lejano moscardoneo de los aviones que se aproximaban.<br />
Primero vinieron cinco. Dos se echaron a perder y bajaron rumbo al suroeste. Los otros<br />
comenzaron a dar vueltas en el cielo para luego picar sobre los barcos y dejar caer sus bombas<br />
sobre ellos. Sentimos ganas de escapar cuando comenzaron a tronar los cañones de los barcos.<br />
Rosetas de humo marcaban en el aire, cerca de los aviones, los estallidos de los proyectiles que<br />
les disparaban los amotinados. Dos de los tres aparatos cayeron incendiándose. Pero luego se<br />
agregaron otros, que sobrevolaban los barcos. Una explosión levantó una montaña de agua junto