11.01.2015 Views

Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

a uno de los buques de guerra. Comenzaron a escucharse enormes estampidos y el traqueteo de<br />

las ametralladoras de los marinos.<br />

No alcancé a ver el desenlace del combate porque llegó mi padre a buscarme con un grado de<br />

indignación que no le conocía, me descargó un fuerte chicotazo en los glúteos mientras me<br />

amenazaba con las penas del infierno. Así finalizó mi primera experiencia como corresponsal de<br />

guerra. Minutos después, ya en la casa, reprimiendo las lágrimas, advertí que había cesado el<br />

estrépito del combate y poco después se supo que los marinos se habían rendido.<br />

Los tripulantes, prisioneros, fueron llevados inicialmente a las escuelas pública de Coquimbo y<br />

La Serena, convertidas en prisiones y más tarde a Santiago, donde fueron sometidos a proceso<br />

por tribunales militares.<br />

La gente que había huido dos días antes, regresó con los nervios más tranquilos. Muchos, sobre<br />

todo los que vivían en sectores más alejados del centro, encontraron sus viviendas desvalijadas.<br />

La vida del puerto recuperó su normalidad. Los problemas seguían igual, la cesantía no bajaba.<br />

Terminado el trabajo en el tranque La Laguna, mi padre viajó a Santiago y pronto escribió a su<br />

esposa que, cuando finalizara el año escolar, viajáramos a reunimos con él en la capital. Antes<br />

de mi partida, el profesor Dávíla organizó una once con un grupo de mis compañeros de curso<br />

a manera de despedida. Cuando llego el momento de separarnos, me entregó una carta dirigida<br />

al profesor Ricardo Fonseca de quien me habló maravillas.<br />

Poco después de nuestra llegada a Santiago, en 1932, me movilicé para tomar contacto con<br />

Fonseca. Di con la casa, en la calle Recoleta. La señora que me atendíó me dijo con mucha<br />

tristeza que el profesor no estaba. Vaciló y al cabo agregó que estaba preso, "parece mentira, un<br />

joven tan correcto y tan bueno". Tal vez ella ignoraba qu la detención se debía a motivos<br />

políticos. Yo mismo lo vine a saber mucho después.<br />

La carta pude entregársela tres años más tarde. Pero eso ya forma parte de otra etapa.<br />

Mi padre me matriculó en el sexto año de la Escuela Anexa a la Escuela Normal<br />

"José Abelardo Núñez". Aquel era un tiempo de agudos conflictos y tensiones sociales.<br />

La crisis económica se prolongaba. Los trabajadores y el magisterio reclamaban<br />

empleos y mejores salarios. También se efectuaban mítines muy concurridos para<br />

pedir la libertad de los marinos presos a consecuenciade la sublevación de la marinería.<br />

Las cosas siguieron revueltas. El 4 de junio de 1932, escuadrillas de aviones sobrevolaron<br />

Santiago e hicieron vuelos rasantes sobre el palacio presidencial. También salieron a la calle<br />

algunos tanques y llegaron hasta las cercanías de la Moneda. Los que tienen memoria larga<br />

saben que la historia se repite.<br />

En vista de la situación, se suspendieron las clases en los colegios. Grupos de estudiantes y<br />

mucha otra gente llegamos a "copuchar" hasta la Moneda. La policía nos dispersó. Los diareros<br />

corrían por las calles a pata pelá voceando las noticias de las ediciones especiales: "Cayó<br />

Montero... El coronel Grove con una Junta asume el poder".<br />

Con un grupo de compañeros de mi curso hacíamos en aquel tiempo un diarito mural. Con<br />

frecuencia chocábamos con la censura. Cuando queríamos hablar de las movilizaciones<br />

populares por motivos económicos o políticos, nos advertían: "Eso no corresponde". Cuando<br />

Marmaduke Grove derrocó al gobierno de Juan Esteban Montero y proclamó la República<br />

Socialista, muchos estudiantes salimos a la calle para celebrar el acontecimiento. La dirección<br />

de la Escuela nos reprendió: consideraba que esas no eran preocupaciones apropiadas para<br />

escolares.<br />

Una de las primeras medidas de la República Socialista fue un decreto que autorizaba a quienes<br />

tuviesen herramientas de trabajo en las casas de empeño a retirarlas de inmediato sin pagar<br />

nada. Además se congelaron los arriendos en cités y conventillos y se creó el más tarde famoso

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!