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Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

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areneros y otros; las demandas de los portuarios y pescadores, de los comuneros... Los<br />

dirigentesdel Provincial de la CTCH recomiendan a los Consejos y a las organizaciones de base<br />

tomar todas las medidas para asegurar la asistencia de los delegados a la Conferencia que ahora<br />

tendrá lugar en la segunda quincena de octubre..."<br />

Al final, como un detalle secundario, la nota decía: "La postergación se debió al incendio que en<br />

la madrugada de anteayer destruyó totalmente el local de la CTCH y cinco manzanas del centro<br />

comercial de la ciudad".<br />

Todavía el corresponsal había agregado a lápiz, en el margen, en letras toscas y borrosas,<br />

difíciles de leer, una nota confidencial, de uso interno: "Dicen que este incendio fue intencional,<br />

hay un muerto, tres detenidos y está metido uno de los principales comerciantes de aquí".<br />

No era fácil inculcar los principios del periodismo. Tampoco quiero decir con esto que yo los<br />

dominara. Pero iba aprendiendo, sobre todo en las tertulias de las horas muertas.<br />

Fuentes y algunos viejos tipógrafos solían contar historias de don Sabino Alcayaga. No estoy<br />

seguro de que ese fuera su nombre ni tampoco que las anécdotas fueran auténticas. Este<br />

caballero, según contaban, sacaba un diarito de cuatro páginas en un pueblo de la provincia. A<br />

menudo tenía dificultades para llenar todo el espacio disponible. Cuando esto ocurría,<br />

aumentaba desmesuradamente el tamaño de los avisos de defunciones. Y si este recurso también<br />

resultaba insuficiente o demasiado repetido, dejaba en blanco un cuarto de página o más, con un<br />

triple filete negro alrededor y ponía en la parte superior del recuadro esta inscripción: "Para que<br />

dibujen sus niños".<br />

Una mañana, al salir de su casa, don Sabino vio temblando de indignación que los arbolitos<br />

plantados menos de un año antes en las dos cuadras centrales de la principal avenida de la<br />

localidad yacían, arrancados de cuajo, con sus raíces al aire. Al llegar a la redacción de su diario<br />

que, en rigor, no era tal sino lo que se llamaba un "interdiario" -aparecía día por medio- se<br />

instaló en su gran escritorio de nogal, con tapa de cortina, y escribió un editorial furibundo, que<br />

comenzaba más o menos así:<br />

"Manos criminales, al amparo de las sombras de la noche, acaban de cometer un grave atentado<br />

contra el ornato, la salud, el buen nombre y el decoro de un centro urbano que, por modesto que<br />

sea, aspira a un desarrollo edilicio relevante, concorde con la cultura, las costumbres y la<br />

decencia de sus habitantes.<br />

"Utilizando chuzos, palas y otras rudas herramientas, desconocidos procedieron, mientras la<br />

ciudad dormía, a arrancar de cuajo con salvajismo, no menos de treinta tiernos arbolillos,<br />

plantados por la autoridad municipal hace menos de un año, en una iniciativa que mereció el<br />

aplauso de estas columnas y el beneplácito de nuestros vecinos, ilusionados con la esperanza de<br />

contar en el futuro con una avenida arbolada, comparable con los boulevards de grandes<br />

capitales europeas, que ofreciera el amparo fresco de las frondas a quienes desearen solazarse<br />

con el higiénico paseo vespertino o reposar al cabo de una dura jornada en alguno de los<br />

escaños existentes en nuestra principal avenida, que lleva el nombre del heroico marino Arturo<br />

Prat.<br />

"No contentos con este acto vandálico, que destruye por la violencia una obra de<br />

hermoseamiento local a la par que las esperanzas de un vecindario anhelante de progreso, los<br />

individuos que lo perpetraron procedieron a mutilar con salvajismo los tiernos renuevos, cuyos<br />

brotes y hojas quedaron esparcidos en una vasta extensión a lo largo de la avenida..."<br />

El editorial proseguía en un tono semejante por dos o tres extensos párrafos más. Después<br />

cambiaba. Don Sabino, todavía iracundo, pero advertido por la experiencia de la necesidad de<br />

cotejar las opiniones con los hechos, había mandado a su único reportero, un niño avispado que<br />

además servía de chonguero, encargado de la "choca", distribuidor y suplementero, a averiguar<br />

qué se decía en la Municipalidad sobre los desmanes de la Avenida Arturo Prat. Corriendo<br />

descalzo, aquel periodista desarrollaba una gran velocidad. Además el pueblo era chico.

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