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Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

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-Estos grandes se los van a comer a todos. No podemos competir con ellos.<br />

Daba explicaciones simples. Por ejemplo, decía, hay una sola compañía de cerveza en la región,<br />

la Floto.<br />

-Digamos que la Floto apoya a determinado candidato. Si sale elegido, ¿cómo va a votar en la<br />

Cámara, para favorecer a los pobres o al que le dio la plata para la campaña<br />

-Bueno... más bien al que le dio la plata.<br />

-Sí, pues. Correcto. Y con un centavo o medio centavo que le aumente el precio a cada botella<br />

de cerveza de su fábrica, Floto recupera en una semana toda la plata que le pasó a ese candidato.<br />

Esos son los candidatos de la derecha. En el Congreso, ¿cómo van a votar por los pobres si ya<br />

están vendidos<br />

Las cosas que me hablaba don José Veliz me convencían. Yo encontraba que la lucha de los<br />

comunistas era buena, para hacer los cambios y que la gente viviera más feliz. Porque una ve<br />

tanta miseria humana, miseria de escasez de cosas y también en ]o espiritual a la gente le falta.<br />

LA MINA DEL PARTIDO<br />

<strong>Galvarino</strong>:<br />

Un día llega a verme un compañero y me dice:<br />

-Compañero, pasa lo siguiente: hay una mina de oro muy rica y es del Partido...<br />

Me explica que de común acuerdo con un funcionario de la Caja de Crédito Minero,<br />

pongámosle que se llamara don Gustavo, se había organizado la forma de sacar el oro y<br />

venderlo en las condiciones más favorables. El sabía cómo hacer las cosas, tenía su gente en la<br />

CACREMI, pero se decía que eran "como gatos de campo". Por eso, para mayor garantía del<br />

Partido, se había decidido junto con él escoger un grupo jóvenes militantes de confianza y<br />

adiestrarlos en toda la operación.<br />

-La ley es alta. Da más de mil gramos por tonelada, nunca menos. Pero roban mucho. Por eso,<br />

en el grupo de cinco o seis jóvenes que hemos elegido, se ha visto que a usted se le prepare para<br />

la compra de oro. Esta va a ser una empresa del Partido, pero no debe saberlo nadie.<br />

Nos adiestraron y nos trasladaron a un lugar cerca del límite entre las provincias de Coquimbo y<br />

Atacama, donde se instaló el campamento.<br />

Esta mina la había descubierto un viejo militante minero. En la Cordillera, explorando<br />

vericuetos entre los cerros a gran altura, encontró un camino empedrado. Lo siguió y llegó hasta<br />

una mina, que estaba cubierta por un derrumbe de antigua data. Probablemente un temblor o un<br />

nuevo derrumbe había dejado al descubierto aquel camino. El hombre buscó, excavó y encontró<br />

cacharros de greda incaicos, huacos los llaman, muy antiguos. Por último, encontró la mina, una<br />

veta de enorme riqueza. La cantidad de oro era tremenda. Y este hombre la regaló al Partido.<br />

Y comenzó la explotación de la mina. Cada cuadrilla vendía su parte. AI mes se juntaban sus<br />

catorce a quince kilos de oro, que no deja de ser.<br />

La primera vez que compré el metal, ya sin ayudante, porque hubo que pasar una escuela en eso,<br />

me sentí complicado. Era una tarea nueva y de tanta responsabilidad...<br />

Después de comprar, yo tenía que entregar el oro a don Gustavo en su casa de La Serena. Metía<br />

el oro, ya molido y debidamente pesado, en unas alforjas de cuero y partía a caballo, unos doce<br />

o trece kilómetros por los cerros, hasta la estación más cercana, para tomar allí el tren a La<br />

Serena. Hacía este viaje solo. El caballo lo dejaba encargado donde un compañero que vivía<br />

cerca de la estación y a la vuelta volvía al montarlo para regresar al campamento.

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