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Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

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Pero nada es eterno. Esta bonanza duró poco menos de dos años. Luego irrumpió una corriente<br />

de agua subterránea que inundó la mina y fue imposible seguir trabajando aquella veta. Algunos<br />

dijeron que esa fue la venganza del Inca. Entonces, el Partido tuvo que decidir finalmente darle<br />

la plata necesaria a los que quisieran irse a Santiago, o a Antofagasta, y así. Quedaron a cargo<br />

de la mina los que vivían en el lugar, pero en aquel tiempo, según oí decir, no se disponía de los<br />

capitales necesarios para extraer el agua y continuar la explotación. No sé quién la administró, a<br />

qué manos pasó, qué ocurrió después. A lo mejor todavía está aquel oro en la cordillera, debajo<br />

del agua.<br />

Medio siglo después, en 1991, fui a visitar a don Gustavo en Santiago, porque se me ocurrió la<br />

idea absurda de preguntarle cómo era la cosa, qué hacía con aquel oro. Todavía estaba el viejo,<br />

firme, con más de noventa años de edad. Entonces, lo voy a ver y le digo:<br />

-Quiero conversar con usted...<br />

Me recibió amablemente, pero no me reconoció. Le recordé que yo generalmente le entregaba,<br />

en el año tal y cual, trece, catorce, quince kilos de oro en el mes. A veces más.<br />

-Y me gustaría saber cuál era el destino de ese oro...- le dije, -es una simple curiosidad. Después<br />

de tantos años...<br />

Me miró con los ojos tan fruncidos que parecía un chino:<br />

-Eso lo has soñado- me dijo.<br />

-¿Cómo soñado<br />

-Estás confundido -me dijo-. Tú tienes que haber entregado el oro a Fulano de Tal... ¿Ese sería<br />

-No, no era ese.<br />

-Entonces, Zutano...<br />

Me dio como cinco nombres. Y al final, amenazante:<br />

-Quede claro que a mí, en todo caso, no me has entregado nunca oro. ¡ Ni un solo gramo!<br />

Buenos días.<br />

VERSOS ANTICLERICALES<br />

A fines de 1940 comenzó la campaña para la elección de regidores de la Municipalidad de<br />

Andacollo. El Partido me llevó de candidato. Yo era muy conocido en el pueblo, como dirigente<br />

sindical, periodista y actor. De todos modos, algunos me seguían mirando como cabro chico, tal<br />

vez por mi poca estatura. El Maestro Guajardo, que había sido mi jefe cuando estuve de<br />

aprendiz de herrero en Churrumata y que vivía cerca de mi casa, me increpó con mucha dureza:<br />

-¿Así que candidato a regidor, no ¡No sabís ni limpiarte el poto y querís ser regidor! Aprende<br />

bien tu oficio, será mejor.<br />

Me sentí sumamente herido por esas palabras, pero no le di respuesta. El mantenía su encono y<br />

no perdía ocasión de palabrearme cada vez que me veía. Comencé a dar un rodeo para llegar a<br />

mi casa sin pasar delante de la puerta de este crítico tan agresivo.<br />

De todos modos, resulté elegido y el 21 de mayo de 1941 asumí como regidor de la Ilustrísima<br />

Municipalidad de Andacollo. Fue un tiempo de tremenda actividad, en que establecí relaciones<br />

con muchísima gente de diferentes clases sociales, que no tenía nada que ver con el Partido ni<br />

con otros partidos. Una de mis funciones, tal vez la principal, era ayudar a resolver los infinitos<br />

problemas prácticos y legales que surgían en cualquiera actividad, desde el pequeño comercio<br />

hasta el trazado de una calle, el arreglo de una plaza o de un puente, la excavación de un pozo<br />

para darle agua a un barrio, qué sé yo. Surgían así relaciones personales, se hacía obligatorio<br />

asistir a bautizos, matrimonios y velorios. Yo tuve 26 ahijados, según la cuenta que saqué un día<br />

Tuve muy buenas relaciones con el alcalde, radical, y lo acompañé más de una vez en sus viajes<br />

a Santiago, que eran indispensables para conversar con parlamentarios, Ministros y otras<br />

autoridades, para conseguir fondos para las necesidades locales. Nunca he olvidado esos viajes:<br />

¡una maravilla! Salíamos a las siete de la mañana de Andacollo a Coquimbo en uno de los

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