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Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

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En un estante de madera que separa el living del comedor hay en su casa conejitos blancos y<br />

rosados, ositos de color caramelo y otros ejemplares de una fauna blanda y velluda, para<br />

guaguas, que ella confecciona en el taller del Centro de Madres de su población. A él concurre<br />

puntualmente, como hace cuarenta años a los de Quinta Normal, aunque encuentra que muchas<br />

cosas han cambiado. Hoy en estos Centros, la mujeres dedican muchísimo más tiempo a la<br />

ejecución de labores artesanales que a política, que apenas roza, tangencialmente, sus<br />

inquietudes. A esta altura de su edad <strong>Elena</strong> se ha descubierto un talento ignorado, que <strong>Galvarino</strong><br />

le celebra con entusiasmo pinta flores sobre pañuelos o sobre bolsas de compras que ella misma<br />

confecciona con una tela adecuada. Son casi siempre pequeños ramilletes de flores silvestres,<br />

hojas; espadañas, que transmiten una poesía delicada.<br />

Los primeros años de <strong>Galvarino</strong>, cargados de la aspereza del Norte Grande, con dinamitazos en<br />

la pampa, huelgas, masacres, crisis, despidos y viajes imprevistos junto a sus padres, de norte a<br />

sur y de sur a norte en busca de trabajo, no podrían haber sido más diferentes de la infancia<br />

serenense de <strong>Elena</strong>, apacible y dulce como una papaya Sin embargo, se diría que estaban<br />

predestinados a encontrarse y a hacer juntos un camino que ya dura más de medio siglo. El<br />

bebió la rebeldía con la leche materna. Ella la fue forjando desde adentro de su propia<br />

experiencia, en un medio que predicaba e imponía el conformismo.<br />

Ha vivido horas muy difíciles. La tensión del trabajo clandestino y la intensidad de los<br />

sufrimientos ajenos, de los compañeros sometidos a torturas, le causaron una parálisis que le<br />

torció atrozmente la cara. Fue sometida a tratamiento médico en Moscú, pero no tuvo<br />

oportunidad de completar una segunda etapa de recuperación. Por eso, probablemente, padece<br />

cada cierto tiempo de dolores faciales tan intensos que podrían enloquecerla si duraran más. Los<br />

médicos no saben como aliviarla. Ella dice, resignada:<br />

-Este dolor ya es parte de mí.<br />

Se ocupa de sus gallinas, sus arbolitos -la higuera joven, "cargadita este año", el olivo, el tomate<br />

chino, el papayo, el damasco, las matas de durazno- y sus siembras de acelgas, cebollas,<br />

lechugas, porotos verdes y rábanos. Pasa cada día preocupada de sus tres hijas mujeres y sus<br />

tres hijos varones, en especial del menor, César, que vive con ellos en Coquimbo, y de sus trece<br />

nietos, que llegan de vez en cuando, nunca todos juntos, a visitarla. Hace las compras, las<br />

camas, el aseo, prepara la comida, asiste a sus reuniones de célula y del centro de Madres,<br />

cumple sus tareas políticas y artesanales y se ríe un poco de <strong>Galvarino</strong>, cuando éste inicia,<br />

escoba y pala en mano, sus famosas campañas de "aseo y ornato" barriendo la vereda frente a la<br />

casa.<br />

Pero volvamos al pasado y escuchemos a <strong>Elena</strong>.<br />

MADRE SOLTERA<br />

<strong>Elena</strong>;<br />

Seguí como iba, estudiando y enseñando hasta que terminé las humanidades, a los 19 años, en<br />

1943. Ese año conocí a Juanito y las cosas fueron bien rápidas.<br />

Ocurre que la casa donde vivía mi tía en realidad era como dos casas, una donde estaba ella y<br />

otra donde llegó a vivir la familia Mercado. Juanito era compadre de Mercado, él era de la gente<br />

que trabajó en Agua Grande, en la mina del Partido. Bueno y ahí nos conocimos. Me gustaron<br />

sus conversaciones, su manera de sonreír y de ver las cosas. Lo escuché hablar en un acto del<br />

1° de mayo y le tomé una gran admiración. Así pasaron las cosas.<br />

Cuando volví a las monjas para seguir haciendo clases y estudiando, ya iba embarazada como<br />

de unos dos meses. Llegó la Pascua y me fui a ver al médico. El me confirmó el embarazo. No<br />

tuve ninguna vacilación: decidí tener esa guagua no más. Tenerla a pesar de las dificultades

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