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Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren

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Al otro día empezó el congreso y me eligieron dirigente regional. Pero además se preocuparon<br />

de mi situación. Los dirigentes del Partido y de la Juventud acordaron que yo diera un examen<br />

para ver si podía quedar trabajando en la administración de "El Siglo", que salía entonces en La<br />

Serena como diario regional. También existía "El Siglo" de Santiago. Pasé el examen y me<br />

aceptaron.<br />

De esta manera me fui a trabajar al diario. También me trasladé a vivir allá. Funcionaba en una<br />

casona antigua, con tres patios, al lado de donde ahora está la Municipalidad. En el último patio<br />

había unos dormitorios y una cocina donde se preparaba comida cada día. Allí habitaba una<br />

familia de compañeros. También Juanito vivía ahí, pero en otra pieza, solo. Me recibieron con<br />

todo cariño y me arreglaron cama en una pieza desocupada. En el patio siempre había niños<br />

chicos, perros, artesas para lavar y ropa colgada de los alambres.<br />

En ese momento ya no tuve más familia que el Partido y viviendo en esa casona me sentí tan<br />

contenta y segura como en el convento. No era tan distinto, después de todo.<br />

Pero también ésta fue una etapa de dudas y mucho sufrimiento. Es que yo tenía mucho miedo de<br />

casarme. El temor que yo tenía eran las relaciones.<br />

Pasó otra cosa, además. La mamá de Juanito fue al diario a hablar con los compañeros y a<br />

decirles que ella tenía mucho miedo de que él se casara conmigo. Tal vez quería algo mejor para<br />

su hijo. Y me acuerdo siempre de lo que dijo Labaste, gran camarada porque yo estaba<br />

trabajando en la oficinade al lado y sin querer escuché todo:<br />

-Aquí no va a ganar la compañera- le dijo -el que va a ganar es su hijo. Usted debiera estar feliz<br />

que él se case con ella.<br />

Siempre recuerdo esas palabras de Labaste, porque me dieron mucho valor. En mí pesaban las<br />

ideas de mi tía que decía y machacaba: "Las mujeres que tienen un hijo siendo solteras ya no se<br />

pueden casar". Esas cuestiones terribles, humillantes... Y yo me sentía como... mal, pues. No lo<br />

demostraría, tal vez, pero me sentía achatada. Las palabras de ese compañero me dieron ánimo.<br />

En la militancia de la Jota fui entendiendo además el valor que tiene cada cual. El valor de la<br />

persona. Los cabros trataban con respeto. Era una cosa bonita, de relaciones fraternales entre<br />

hombres y mujeres, de hacer cosas en común por una causa buena, vivir plenamente y compartir<br />

ideas. ¡Qué hermandad tan grande!<br />

También me enseñaron a hablar en público, aunque en las monjas algo aprendí que me sirvió<br />

para eso. Recorríamos todas las partes de la provincia, los pueblos, La Higuera, Punitaqui, Río<br />

Hurtado, Monte Patria, Canela, Combarbalá, Vicuña, La compañía, todo eso para el interior.<br />

Ellos se echaban a la Susana al hombro, con la amadera y los pañales, y partíamos...<br />

Llevábamos un cajoncito para pararnos encima y hablar. Era la tribuna.<br />

-¡Ya! Aquí te toca hablara ti.<br />

Le tocaba a uno, le tocaba a otro. También me tocó a mí. Así aprendí a hablar en público.<br />

Aquella era la campaña presidencial de González Videla.<br />

Tantas experiencias en un tiempo tan corto. Yo comenzaba a mirar la vida de otra manera.<br />

Sentía que se me abrían caminos, que no estaba limitada como antes a un marco estrecho, tan<br />

estrecho.<br />

Pero yo nunca me he quejado de mi tía. Porque encuentro que ella tenía su razón para ser así<br />

conmigo, porque había sido criada así, con todos esos prejuicios. Era normal. Ella estaba<br />

adentro de una normalidad y yo era, parece, la loca. Las cosas eran así. Ella tenía razón dentro<br />

de su punto de vista.<br />

A todo esto mis padres se habían separado y mi mamá tenía un nuevo compañero, José Véliz, en<br />

ese entonces dirigente regional del Partido Comunista. El me ofreció su casa, me dijo:<br />

-Ella es su madre y éste es su hogar. Junto a ella usted podrá entender mejor la vida.<br />

Me dieron una pieza chica para mí y él me pasaba libros para leer. Me gustaban los materiales<br />

del Partido, las denuncias, todo lo que fuera luchar contra la injusticia. Don José me hizo<br />

entender cosas de la política. Era realista. Venían elecciones y me dijo:

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