Galvarino y Elena - Luis Emilio Recabarren
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Ministro del Interior, y además el accidente ha ocurrido en las inmediaciones de la Moneda,<br />
tenemos todos los ingredientes para una noticia muy destacada.<br />
Un tiempo después de mi llegada a Andacollo se presentó por esos lados, como máxima<br />
autoridad de la empresa estatal de los lavaderos, el ingeniero comunista Roberto Landaeta.<br />
Años más tarde, él me contó cómo fue que lo nombraron en ese cargo. En 1933, ingeniero<br />
joven, recién egresado, se encontraba sin trabajo (todavía duraba la crisis) cuando se topó en<br />
una calle de Santiago con su antiguo compañero de la Escuela de Ingeniería de la Universidad<br />
de Chile, Jorge Alessandri. Conversaron y, al saber que no tenía empleo, el joven Alessandri le<br />
dio una tarjeta para el Ministro de Hacienda de entonces, que debe haber sido, si no me<br />
equivoco, Gustavo Ross Santamaría. El Ministro atendió muy bien al recomendado por el hijo<br />
del Presidente y sometió a su consideración una lista de siete posibles pegas. Landaeta escogió<br />
la Dirección de Lavaderos de Oro.<br />
Por culpa mía, el cargo le duró muy poco. La directiva sindical le pidió una audiencia para<br />
plantearle una serie de problemas locales. Yo estuve presente en mi calidad de encargado de<br />
Prensa y Propaganda, y me dediqué a tomar notas de todo lo que se decía. Se le habló de la falta<br />
de herramientas, de baldes, picotas y chuzos; se le pidió madera para la construcción de casas.<br />
Se le habló de las condiciones de vida miserables, de la falta de agua y la insuficiencia de los<br />
servicios higiénicos (pozos sépticos), etc.<br />
Landaeta estimó que la mayor parte de estas peticiones eran razonables y dijo que transmitiría<br />
esas inquietudes a sus superiores; pero advirtió que no era fácil obtener su satisfacción a corto<br />
plazo. Bajando la voz dijo:<br />
-¿Acaso ustedes no saben que este es un gobierno reaccionario, que reprime los trabajadores<br />
Con mucho énfasis dio algunos ejemplos de la política represiva del régimen contra el<br />
movimiento sindical. Yo estaba muy impresionado con aquellas palabras las anoté<br />
minuciosamente. Al día siguiente las reproduje, con puntos y comas, en el periódico local "El<br />
Minero", de propiedad de don Guillermo Castro.<br />
En la tarde del mismo día, pusieron un radio desde Santiago para notificar a Roberto Landaeta<br />
que había cesado en su cargo y debía salir en el acto de Andacollo ¡Qué eficiencia!<br />
Aquel fue un caso amargo y muy aleccionador. Descubrí la importancia que tiene para un<br />
periodista, no sólo el revelar los hechos sino también, en ocasiones, saber callar.<br />
Mi vida como minero y periodista no era fácil. Muchas veces el oro se ponía esquivo y los<br />
pocos miligramos reunidos con enorme esfuerzo no alcanzaban ni para el desayuno. En tales<br />
circunstancias, a la cuadrilla no le quedaba otro camino que salir a catear, es decir, a buscar un<br />
nuevo yacimiento y yo compartía la faena igual que los demás.<br />
Un día, en alguno de esos períodos difíciles, mi papá me mandó llamar y me dijo<br />
-Usted está estudiando periodismo. Muy bonito. Está bien como hobby y para ayudar a la<br />
organización sindical. Pero no es un trabajo serio. Además el oro es algo muy inestable. ¿No<br />
cree que sería bueno que tuviera un oficio como Dios manda pan ganarse la vida<br />
No hallé qué responderle y así pasé a trabajar en el taller de herrería de Churrumata,a unos cinco<br />
kilómetros de Andacollo. Mi padre, ya lo dije, estaba a cargo de varios de esos talleres, en el<br />
Llano de Casuto, donde se había formado una población más o menos grande.<br />
Trabajé como aprendiz durante dos meses. Para mí, el fierro era algo familiar desde niño,<br />
porque siempre me había tocado ayudar a mi papá. Sabía calentar las herraduras y templar el<br />
fierro. Cuando se pone al rojo, pasa por diferentes colores: rojo amarillo y plomizo (ala de<br />
mosca): ese es el momento de meter rápidamente la pieza en el agua fría. Es cosa de segundos.<br />
Si se pasa el momento del ala de mosca, el hierro queda quebradizo o se dobla.<br />
El jefe del taller, el Maestro Guajardo, era muy severo, exigente y mal hablado. Pero al final,<br />
creo, llegó a tomarme algún aprecio, porque yo le hacía empeño como diablo al trabajo. Se